Un día para el recuerdo

Fuimos a visitar la que será la futura microcuenca de la comunidad de Piedras Amarillas, es decir, la estructura y proyecto que dará agua a muchas familias. Fuimos mis compañeros, el topógrafo y yo, pero también estábamos acompañados (aunque a lo mejor los que acompañábamos éramos nosotros) por un gran número de personas de la propia comunidad que también conforman la junta de agua.
Pues bien, escribo esto porque además de que hacerlo siempre es una buena forma de hacerme presente aquí, porque no puedo permitir que el día de hoy caiga en el olvido ya que ha sido un día muy bonito, lleno de experiencias y aprendizajes. Mi bolígrafo no es capaz de trazar palabras suficientes para describir lo que ha significado el día de hoy. Si me preguntaran, lo podría resumir en una caminata muy larga pasada por agua de más de 11 horas caminando, saltando entre rocas, esquivando maleza y decidiendo por dónde pasarán los tubos de la futura estructura. Pero no ha sido solo eso, ha significado muchísimo más. Despersonalizo y veo personas en medio de la selva, atravesando un río caudaloso mientras se van abriendo camino en el momento, mientras intentan avanzar para continuar con el trabajo. Veo un grupo subiendo y bajando por la montaña mientras se debate sobre el proyecto, mientras se comparte tiempo y esfuerzo. Veo a una persona en un contexto completamente nuevo para ella con gente desconocida hasta el momento pero que le hacen sentir cómoda y segura.
Pero todo lo anterior no es del todo verdad, pues cómo voy a despersonalizar un momento que estoy sintiendo tan profundamente y con una consciencia tan grande. Menuda aventura, me tiembla el cuerpo solo de recordar lo que acabo de vivir, cómo me he zambullido en el río sin pensarlo dos veces, cómo he subido la montaña, descendido por tierra mojada y atravesado tal vegetación. A lo mejor para el resto ha podido significar un día más en su trabajo, en su hogar, pero para mí ha significado un momento único. Nos hemos arañado las piernas, agarrado garrapatas, hemos estado con la ropa mojada más de medio día y todo ha merecido la pena para vivir tal experiencia. El día de hoy me ha permitido sentirme parte de algo, formo parte de algo más que de mí misma.

He podido introducirme en una comunidad, comer arroz con pollo en mitad de la montaña y beber un café extremadamente caliente, agarrarme del bastón de un nuevo compañero para descender una pendiente de una forma más segura, cruzar miradas llenas de complicidad y andar en caballo por unos paisajes inimaginables. Me siento agradecida con la presencia de todas las personas que estaban hoy, que me han tendido la mano para saltar hasta la siguiente piedra, y es que esa mano tendida significaba mucho más que un gesto físico para no caer al río.
Llegó la bajada y nos pilló la lluvia, resguardados en un establo, todos en silencio, un silencio bien ruidoso por el impacto de las gotas de lluvia contra la chapa y una tormenta tan fuerte que parecía que el cielo se iba a caer. Un cansancio infinito y pesado después de tantas horas, pero un momento especial que también se comparte, como todo lo demás. Unos comentarios que nos recuerdan por todo lo que pasamos hoy, anécdotas que se quedarán siempre en nosotros, y es que ya no somos «yo», pasamos de ese «yo» para acercamos al «nos», al grupo, al compañerismo, a la fila de personas que avanzaban por la montaña. El pronombre nosotros cobra mayor sentido ahora.
Por fin llegamos a la comunidad, con ganas de llegar a casa, darnos una ducha y poder acostarnos. Llegamos más de 11 horas después de haber comenzado la travesía, y una de las personas de la comunidad nos invitó a cenar. Tres cuerpos fríos, mojados y cansados cenando en el patio de una casa mientras la lluvia no da tregua y se va haciendo de noche, tres personas con hambre y que comparten un momento especial después de un día duro de trabajo pero con el corazón lleno. Y así es cómo finaliza un bonito día, en compañía de las mismas personas con las que comenzó la experiencia, las mismas personas pero con cara de cansados ahora, con la ropa mojada y con un montón de historias que contar y trabajo con el que seguir.
El día ya puede terminarse por horario, pero este día jamás termina dentro de mí. El día ha terminado, un día que empezó muy temprano, un día largo lleno de sensaciones, pero yo no puedo parar de revivirlo en mi cabeza una y otra vez. No puedo esperar a llevar conmigo esta experiencia en mi nueva mochila, esa de la que bien hablaba al principio, la que iba llena de incertidumbre. Ese peso ya se disipó, ahora está vacía y preparada para cargarla de cosas importantes y esta lo es, esta experiencia va directa a la mochila, y pesa también, pero es un peso satisfactorio, uno de esos pesos que te hacen aterrizar y poner los pies en el suelo, que te recuerdan dónde estás, a qué has venido, qué es lo que importa de verdad, que te recuerda la verdadera esencia de lo que es comunidad.