Mosquitia (Honduras), lunes 28

Nos ha despertado el ruido de la llegada de los dos Chinook trayendo el nuevo container. Han tardado apenas 13 minutos en depositarlo en los pilares de madera de ocote a escasos tres metros del Aedes pub.
Igual que el nuestro. Exacto. Limpio. Aséptico. Vacío. Vacío de todo, de personas, de sentimientos, de sueños, de ternura por compartir, de frustraciones aún por llegar.
No ha podido llegar hasta acá nuestro relevo. La pista de Puerto Lempira no funciona por el barro dejado por el paso de la lluvia de ayer por la noche. Llegarán cuando puedan, si pueden.
Todo el día de un lado para otro dejando a punto el trabajo pendiente: últimos informes, últimos saludos, últimos preparativos para la fiesta.
Me tomo un rato al acabar la tarde para sacar fotos. Les pido permiso y se dejan. Les saludo y se dejan. Les sonrío y se contagian. Agarro a Pai y la llevo en mis hombros por todo el campo y jugamos a caballos y amazonas. Ha engordado y ya no tose. Es mi mejor modelo y ella lo sabe. Y yo lo sé.
Sacamos mil fotos, mil pieles, mil manos, mil olas de la laguna, mil guiños a la Vida, mil cuerpos, mil ausencias…
La radio y la voz de Diego me reclaman. Volveré a La Ceiba en helicóptero con él. Me apetece y no perderé un día de viaje. Un día más para estar con Kavó, para estar juntos y hablarnos de nuestro futuro y nuestro presente.
Al acabar la tarde fumigamos el nuevo container entre risas y el terror de las garrapatas.