Noches de Luna Negra

Mosquitia (Honduras), viernes 18

Viernes Santo.

Acá en este maldito campo siempre es viernes de pasión.

Pai ya come sola. Yo paso la mayor parte del tiempo solo. Kavó está todo el día en el laboratorio. Nos vemos para el desayuno y para el recuento de la tarde. Está enamorado. Lo sé. Lo niega. Le tomo el pelo. Se le nota cómo babea cuando le llaman por radio desde Puerto Lempira.

Habla bajito y con risas entrecortadas de complicidad. Le envidio. Envidio su libertad cotidiana y sencilla. Se ríe de la vida como yo de la muerte. Recibe mensajitos por radio. Le hago de cómplice y una vez más alguien me dice que tengo una voz bonita.

He quedado para mañana ir a bucear con dos pescadores de langostas. Estoy nervioso por la noticia del buceo. Me apetece. Sí, me apetece.

Los niños siguen llegando al campo. Cada vez más mayores, apenas sin signos de dengue. La disculpa es la hambruna y la enfermedad. Hemos tenido que reestructurar el campo para albergar a los más mayores. Han enviado a Ronni, un médico cubano de las brigadas de colaboración con el gobierno hondureño. Habla poco y lento. Me ayuda con la cirugía y con los más mayores. Algunos llegan solos en su cayuco y deambulan por la playa hasta llegar a los guardias que les abren ficha y dan número de identificación. 

Mañana le daré el alta a Pai y pasará a observación, bloque 2, sin suero y con madre.

Hoy su madre se ha acercado a mí. Tímidamente me ha tocado el brazo cuando pasaba por el comedor de madres. Apenas la he reconocido. Me parecen todas iguales. Me ha dicho algo que no he entendido. Ha sacado del pecho un pañuelo blanco y dentro, envuelta, estaba mi nariz de payaso loco. Roja, blandengue, resistente, caliente, creo que con vida propia.

Le he intentado decir que era para Pai. Sonriéndole me la he colocado, lo que ha provocado un montón de sonrisas entre las mamas escuálidas con niño colgado en el lote. Me la he quitado y se la he vuelto a entregar a ella intentándole decir que era un pequeño regalo para su hija, y creo que lo ha entendido porque se lo ha vuelto a meter en el pecho.

Salgo del comedor de madres y me cruzo con Kavó que me dice textualmente: “llevas cara de lelo, pero te queda bien”. Le doy un pescozón y corremos uno detrás del otro hasta que la seriedad nos hace caminar serios y adultos.

Y ahora en la noche, con Yoshua Redmann bailando con la luna mientras toca el saxo, fumo un cigarrillo con sabor a vainilla, me siento en el escalón cómplice de mis noches y pienso en mi gente. Pienso en Ella. Me doy cuenta que lo escribo con mayúsculas. Pienso en lo que hará en vacaciones, si se irá con su chico lejos, si sabrá dónde está la Mosquitia, si le gustarán los mangos, si tiembla cuando se emociona, si le gustan los niños y los payasos locos, si le gusta la playa al anochecer, si es lunática, si le gusta la lluvia caliente de verano, como dentro de unos días aparecerá por acá… Tantas cosas por saber, por aprender, por soñar.

Miro de reojo adentro del container y le pillo a Kavó moviendo la pierna derecha llevando el ritmo del piano, le digo que al final le va a gustar el Jazz y él me contesta que “antes te gustan a ti mis ronquidos que a mí tu jazz”.

Hoy su chica no le ha llamado. Tampoco a mí nadie. No tengo quien me llame. Solo Maurice para ver si necesitamos algo. Le contesto siempre que “un poquito de ternura” y él siempre se ríe diciéndome que eso no se manda empaquetado.

Hoy necesito mimos. No sé lo que me pasa. Necesito que alguien me diga que todo está bien, que me abracen por detrás y me pregunten cómo estoy, que no hablen de dengue, ni de calenturas, ni de hemorragias, ni de recuentos, ni de niños. Hoy solo quiero hablar de Vida, de ternura contagiosa, de cuerpos que se abrazan, de cuerpos que se aman, de viajes,  de vacaciones al sol, de chocolate caliente y helados con trocitos de limón, de niños que juegan al fútbol con merienda incluida, con parejas que hacen planes para el futuro, de chicas embarazadas que buscan nombre para el niño que llevan dentro, necesito que alguien me hable de madres que mueren en la cama con más de noventa años, que alguien me cuente historias de Amor con personajes de  carne y hueso… Hoy necesito que alguien me hable de Dios y que baje y vea esto, y que alguien le regale mi nariz de payaso y que el mundo se ría a carcajadas de una maldita vez.

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