Mosquitia (Honduras), lunes 7

Fuera la noche lo invade todo. Gabriela Sanders canta en brasileño sonidos de lejos. Una camiseta blanca, un pantalón corto, unas reef y un pañuelo en la cabeza regalo de Kavó. Mi primera noche en el zulo. Lo bautizamos como “AEDES AEGIPTY Pub”.
La noche está cubierta de estrellas que en mi otro mundo no se dejan ver. Enciendo un cigarrillo al que le quito la boquilla. Me siento en uno de los escalones de la escalera que llega al zulo. En un peldaño más abajo Kavó mira, simplemente la noche. De vez en cuando me pregunta cosas sobre mí y mi familia, sobre mi esposa, mis hijos, el carro que tengo en España… Le contesto que tengo una familia acogedora y unida, que mi esposa nunca existió más que en mi alma y que mis hijos nunca llegaron, y que el carro que conduzco por el asfaltado perfecto y rápido en España es un carro de segunda mano que antes perteneció a un angulero de Aguinaga. Y me vuelvo loco para explicarle qué coño es un angulero.
Le hablo de mi trabajo en el otro Lado de la Vida, de mis compañeros y amigos, y detecto que él no tiene demasiados acá en la Mosquitia. Me pregunta, siempre pregunta él, que por qué he venido y le contesto que no lo sé, que nunca lo he sabido. Le podría decir frases geniales sobre mi compromiso humano y demás estupideces. Se hace el silencio, y me comprometo a operarle el pterigion de su ojo derecho.
Luego, mientras que él da una vuelta por las tiendas revisando temperaturas y sueros, me quedo pensando que le podría haber hablado de Ángel y su enorme calidez, de Garbi y su entrañable estar, de Nuria y su tripita con niño dentro, de Koldo y su genial cabeza… y también de la mujer que me duele.
Regresa al container. Se lava las manos y me propone darnos un baño en la laguna, y no me resisto al ofrecimiento.
Nado, nado, nado, nado, nado… y me siento vivo, me siento uno con el agua, y siento que estoy más vivo que antes, que puedo casi respirar bajo el agua, que no me duelen los brazos, que puedo nadar metros y metros sin cansarme, que quiero ser pez, que quiero tener aletas por pies… Paro y al mirar atrás me doy cuenta de que estoy muy lejos de la orilla y Kavó me hace señales con los brazos para que regrese. Nado, nado, nado… y me echa bronca porque no conozco la laguna, y me siento como un niño al que se le reprende por una trastada, y solo puedo defenderme diciéndole que necesitaba sentirme Vivo por un momento.
Regresamos en silencio al campo… hoy estrenamos cama, container y noche…. al desearnos que descansemos…. y después de casi cinco minutos me dice a bocajarro….. “¿Sabes? Nadas muy bien… pero no lo vuelvas hacer…”