Adorado y Amado sea Jesús

El modo de entender y vivir la fe en la Francia posrevolucionaria, y la de Luis Querbes, como hijo de su época, me es lejana en el tiempo y, por lo tanto, culturalmente. ¿Qué cómo hago mía la divisa querbesiana ‘Adorado y Amado sea Jesús’ de nuestro fundador?

Intentaré responderlo con dos textos bíblicos, que han sido básicos para la vivencia de mi fe: la experiencia mística de Moisés en el Horeb y la parábola llamada del ‘hijo pródigo’.

El Dios madre-padre que me ama

Probablemente la vivencia más original de Jesús de Nazaret: Dios cercano, Dios que perdona, Dios que olvida, Dios amoroso, Dios madre. “Estando todavía lejos le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y lo besó efusivamente.”[1] Esa madre que no te pregunta los motivos de tu huida ni de tu vuelta, que sigue con la mirada en el horizonte por si vuelves, que te ve primero, y que corre y que te besa efusivamente. Dios que me ama por ser yo, solo por eso, por ser su hijo. Y que te ama a ti, por ser tú.

No sé quién eres, Señor, ni dónde estás, ni cómo explicarte; pero eres tú y estás ahí, y estás en mí, y estoy en ti.

El Dios que me envía a amar a su pueblo

“Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor en presencia de sus opresores: pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para librarle de la mano de los egipcios… Ahora, pues, ve; yo te envío a Faraón, para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto.”[2] No soy Moisés, ni soy un líder ni lo pretendo, ni soy capaz de librar a mi pueblo, lo único que he escuchado siempre es ‘ahora, pues, ve’.

No hay pobres en nuestro mundo, hay empobrecidos por la esclavitud –de todo tipo–  y la explotación de las personas y el saqueo económico de los pueblos. Mi experiencia en el Perú durante ocho años me ha servido para entender que la pobreza no duele, que te duele cuando le ‘pones cara’ al sufrimiento; a las niñas y niños no amados, a las adolescentes violadas, a las mujeres maltratadas psicológica y físicamente, a las ancianas y ancianos abandonados, a las personas que sufren por no poder llevar una vida digna. Te duele por ellas y ellos cuando ves sus ojos, y te duele por ti cuando te sientes impotente ante el dolor de tu pueblo.

Pero tengo esperanza, la esperanza del pueblo que clama a nuestro Dios para que las y los libere de su sufrimiento; tengo esperanza en las y los miles de personas que trabajan y luchan por hacer un mundo más humano. Tengo esperanza en el trabajo y la misión de las y los viatores de nuestras fundaciones viatorianas, que dan sentido al trabajo burocrático que ahora desempeño. Tengo esperanza desde mi Comunidad Viatoriana ‘Padre Querbes’ de Vitoria-Gasteiz (comprometidas y comprometidos en nuestra ONGD viatoriana ‘SERSO San Viator’ y en Cáritas), en la que somos capaces de celebrar la fe y la vida desde la cercanía y el cariño, y porque me acompañan, y porque trabajamos y nos ilusionamos juntos, y porque creemos que otro mundo es posible.

Tengo esperanza porque voy aprendiendo a acoger al otro y a la otra, a sentir el sufrimiento de mis hermanas y hermanos, a caminar con ellas y ellos, aunque todavía no sea capaz de manifestar a los demás el amor de nuestro Dios que siento en mí.

Y tengo esperanza en las y los viatores, en las y los que dedican su trabajo, misión y vida a las y los empobrecidos de nuestro mundo, en hacer presente el amor de nuestro Dios a sus hijas e hijos más pequeños.

Y recuerdo, y echo de menos a dos viatores queridos, ni perfectos ni santos, pero que viven su vida encarnando el lema ‘Adorado y Amado sea Jesús’, con los que he celebrado la fe y disfrutado la vida: Pierre Laur y Gaston Harvey. Un beso para cada uno de vosotros.

[1] Lc 15, 20
[2] Ex 4, 7-10
Tomas Aranberri, viator 
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