Cuarto Domingo de Adviento
María es luz en mi sendero
“Luz en mi sendero-Argia nire bidean” es el lema elegido por el Movimiento Scout Católico de España para la celebración de la “Luz de la Paz de Belén”.
La “Luz de la Paz de Belén” es una iniciativa de los Scouts austriacos, con la colaboración de Scouts de otros países de Europa y otros continentes. Cada año una niña o un niño austriaco enciende la Luz de la Paz en la cueva del Nacimiento de Jesús en Belén. Se lleva a Viena y desde allí se reparte a los diferentes países con un mensaje de paz que se quiere hacer extensivo a todos los ligares en los que se reparte la Luz de la Paz de Belén: diócesis, parroquias, hospitales, residencias de ancianos, asociaciones, residencias de ancianos,… incluso prisiones.
“Luz en mi sendero” es el lema de este año. Se acomoda perfectamente al evangelio que hemos proclamado hoy y que comenzaba diciendo: “En aquellos días, María se puso de camino y fue aprisa a la montaña…”.
María se pone en camino. Entre las muchas advocaciones marianas que hay, una de ellas es: Nuestra Señora del Camino. Encaja perfectamente con el perfil de María.
María tuvo que recorrer muchos caminos físicos. Hoy le vemos en camino hacia la casa de su prima Isabel. Podemos verla en camino hacia Belén, acompañando a su esposo José o en peregrinación hacia Jerusalén, cuando Jesús todavía comenzaba su adolescencia. En camino tendrá que ponerse en más de una ocasión cuando le lleguen noticias de que Jesús, su hijo, puede que esté perdiendo la cabeza por las cosas que dice y hace,… En camino le veremos camino de la cruz. ¿Con qué actitud recorrería María estos caminos? Casi finalizando el año, a modo de balance, no estaría de más que me pregunte qué caminos suelo transitar habitualmente y con qué actitud los recorro. María es luz mi sendero.
María tuvo que transitar el camino hacia su interior. María estuvo en diálogo permanente con Dios, que se le manifestaba en las circunstancias de la historia y también en lo más íntimo de sí misma. María guardaba en su corazón todo aquello que le sobrepasaba, todo aquello que le hacía salir de sí misma y que, simultáneamente, le llevaba a confiar plenamente en Dios. “La creyente”, es así como le llamó su prima Isabel, tuvo que acoger en la fe las promesas hechas desde antiguo al pueblo elegido: ser la madre del Mesías-Salvador. María, la que no conocía a varón, tuvo que acoger en la fe el misterio de ser madre y recorrer el camino de la maternidad como cualquier mujer judía. María, que había despertado en su hijo Jesús la pasión por YHWH, tendrá que aprender a ser discípula de aquel que lleva hasta sus últimas consecuencias su pasión por el Reino.
La vida de María fue un continuo acoger-consentir y desprenderse-renunciar. Todo en actitud de fe, desde el corazón. ¿Cómo es mi camino espiritual? ¿Qué es lo que acojo? ¿Con qué actitud? ¿A qué renuncio? ¿Con qué talante? María es luz en mi sendero.
La actitud de María nos invita a la disponibilidad, a estar siempre en camino, en disposición de salir continuamente de nosotros mismos. ¿Para qué? La respuesta está en María.
En María el camino físico y el camino interior tienen un denominador común: el servicio. La que se vivía íntimamente como sierva de Dios lo hacía vida en el servicio al prójimo.
María, la que supo ir más allá de sí misma ante la propuesta del ángel, fue más allá de su propia alegría, y también de su propia preocupación, al enterarse que su prima, la que se creía estéril, había concebido un hijo. María se pone en camino. María es luz en mi sendero.