El Papa Francisco nos llama a ser testigos y protagonistas de la «fuerza revolucionaria del amor y de la verdad», de la «revolución de la ternura y de la compasión», de la «revolución de la gracia», sin duda la más revolucionaria porque cambia radicalmente, ontológicamente, la persona e inyecta sin cesar dosis de amor y verdad, de solidaridad y fraternidad en la vida de los pueblos.
¿Qué mensaje es más revolucionario que el sermón de la montaña, el discurso de las bienaventuranzas, que derriba todas las jerarquías e idolatrías mundanas? Es «la fuerza irrefrenable» de la Resurrección, afirma el papa Francisco en la «Evangelii Gaudium» (n. 276). Él nos guía hacia el centro del Evangelio, rezado y meditado, proclamado, comentado y compartido, como lo hace en sus homilías de cada día que nos sorprenden, sacuden y alimentan en nuestra vida cotidiana.