El papa Francisco: ‘Con el pan no se juega’

Derecho a la tierra

«En el trabajo de los agricultores, está la acogida del precioso don de la tierra que nos viene de Dios, pero también está su valoración en el también precioso trabajo de hombres y mujeres llamados a responder con audacia y creatividad al mandato entregado desde siempre al hombre, el de cultivar y custodiar la tierra. El verbo “cultivar” remite a la atención que el agricultor tiene por su tierra para que dé fruto y este sea compartido: ¡cuánta atención, pasión y entrega en todo esto!
Verdaderamente no existe la humanidad sin el cultivo de la tierra; no hay vida buena sin el alimento que ella produce para los hombres y las mujeres de cada continente. La agricultura muestra, por lo tanto, su papel central.
El trabajo de cuantos cultivan la tierra, dedicando generosamente tiempo y energías, se presenta como una verdadera y propia vocación. Merece ser reconocida y valorada adecuadamente, también mediante concretas elecciones políticas y económicas. Se trata de eliminar los obstáculos que penalizan una actividad tan valiosa y que, con frecuencia, es vista como poco apetecible por las nuevas generaciones… Es necesario prestar la debida atención a la tan difundida sustracción de tierra a la agricultura para destinarla a otras actividades, aparentemente más rentables. Aquí también domina el dios del dinero. Y como aquellas personas que no tienen sentimientos, venden la familia, venden a la madre, aquí está la tentación de vender la tierra madre.
Esta reflexión sobre la centralidad del trabajo agrícola atrae nuestra atención en dos áreas críticas: el primero es el de la pobreza y el hambre, que todavía afecta a una gran parte de la humanidad. El Concilio Vaticano II ha recordado el destino universal de los bienes de la tierra, pero en realidad el sistema económico dominante excluye a muchos de su uso correcto. El absolutismo de las reglas del mercado, una cultura del descarte y del desperdicio que en el caso de la comida tiene magnitudes inaceptables, junto a otros factores, causa miseria y sufrimiento para tantas familias. Debe replantearse a fondo el sistema de producción y distribución de alimentos. Como nos han enseñado nuestros abuelos, con el pan no se juega.»

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