Cuarto Domingo de Adviento
Hay luz cuando nos comprometemos con nuestros sueños
(Homilía en el contexto del reparto de la Luz de la Paz de Belén por parte del grupo scout del colegio)
¡HAY LUZ!. Este lema ha acompañado nuestras celebraciones de adviento. ¡HAY LUZ!. Se invoca aquello que se desea (podríamos haber dicho: “hágase la luz”). Se desea aquello que nos falta.
El último regalo que nos dejó Benedicto XVI, siendo ya Papa emérito, de la mano y con la firma del Papa Francisco, fue la encíclica Lumen fidei. La luz de la fe. Escrita, como dice la misma encíclica, “en un tiempo en el que el hombre tiene especialmente necesidad de luz”.
Esta encíclica pasó casi desapercibida entre nosotros, ya que coincidió con el comienzo de las vacaciones. Al final de las mismas ya era un texto “viejo”. Es bueno que recordemos algunas cosas que nos dice en el nº 4:
“…es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo. Y es que la característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre… La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida. Transformados por este amor, recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud y se nos abre la mirada al futuro… la fe no habita en la oscuridad, sino que es luz en nuestras tinieblas”. Hay luz, y tiene el color de la fe.
El lema elegido por nuestro arciprestazgo para este adviento ha sido: ¡Hay Luz! Es lo que queremos proclamar a los cuatro vientos, en medio de una crisis económica que está afectando a muchas familias, algunas de las cuales la han podido afrontar hasta ahora gracias a los recursos económicos que habían ahorrado o a la cobertura que les han proporcionado otros miembros de la familia, de manera especial los padres, que con su actitud nos han dicho que hay luz, y que tiene el color de la solidaridad.
El lema elegido por el Movimiento Scout Católico para la celebración de la Luz de la Paz de Belén ha sido: “Mantén la llama encendida”. Este lema, el mismo a nivel mundial, hace referencia a la esencia misma de la actividad que consiste en hacer que esa pequeña luz recorra el mundo entero sin detenerse, que el mensaje de Paz no se detenga ni en el espacio ni en el tiempo.
Durante el adviento se nos invitaba a prepararnos para esta celebración:
1ª semana: estar en vela a las necesidades de nuestro alrededor;
2ª semana: ver y crecer en nuestro interior y desarrollarnos como personas;
3ª semana: sembrar luz y ver milagros en los pequeños detalles;
4ª semana: mantener la esperanza y comprometerse en el día a día.
Es decir, mantener la llama encendida, que haya luz, tiene el color del compromiso.
Fe, solidaridad y compromiso. Estas características las vemos reflejadas en san José, el esposo de la Virgen María.
Tenemos que presuponer que José, al igual que la María, era un ‘anawin’, un hombre pobre, cuya riqueza era tener a Dios, creer radicalmente en Él. Se dice que los ‘anawin’ formaban un grupo cuya existencia se fundamentaba en la esperanza en YHWH, en la misericordia y compasión que tendría con su pueblo. Carecían de influencias y prestigio social, pero tenían algo infinitamente superior: su fe inquebrantable en Dios.
José fue un hombre solidario. Para él lo más fácil habría sido cumplir la Ley de Moisés: denunciar a María y que la lapidasen. Pero José es solidario con la vida de aquel que está en las entrañas de María y con la vida de María. Por eso decide repudiarla en secreto. Es la solidaridad razonable que José puede tener con María.
Pero José siente, sueña, que Dios le está pidiendo algo más: que confíe, que vaya más allá de lo que le pide la Ley y más allá de lo que le dice su cabeza. José sueña que Dios le pide que acoja en su corazón lo que María ha acogido en sus entrañas. José sueña, pero es un soñador comprometido con sus sueños.
Hay quien dice que es una tontería hablar de la crisis de valores que sufre nuestra sociedad y que se ha hecho más evidente en la crisis económica, o que ésta es fruto de aquella. Quienes afirman que es una tontería hablar de crisis de valores lo fundamentan diciendo que los valores siempre están en crisis, porque nunca se terminan de conseguir. Siempre hay tensión entre el ideal de los valores que soñamos y anhelamos y lo que somos capaces de vivir. El problema no es que haya crisis de valores, sino que se ha perdido la tensión para querer realizarlos. Es decir, hemos renunciado a comprometernos a favor de ellos. Hemos perdido la fe. Eso hace que no veamos claro el futuro.
Y volvemos a donde hemos empezado: ¿hay o no hay luz? ¿Hacemos apuestas por mantener la llama viva o no? Hay luz, sí, cuando, como José, confiando en Dios, nos comprometemos con nuestros sueños.