Nos conocimos el 22 de septiembre de 1969, casi ayer, cuando los dos éramos unos chiquillos. De Mazariego de Campos (Palencia). Seco, de pocas palabras, de pocas complicaciones, ni humanas ni teológicas, ¿para qué? ¿A Chile? Pues… nos vamos a Chile. ¿A Bolivia? Pues… nos vamos a Bolivia. ¿Cuidar gallinas y chanchos para dar de comer a internas e internos? Pues se hace. ¿Remodelar el internado? Pues, también. Hombre sencillo, sonriente, ¿cuál es el problema?, sin grandes pretensiones, bueno, de corazón grande.
Cuidaste de tus internas e internos como una madre, como un padre, porque había que darles de comer (y comían mucho), había que hacerles estudiar,había que atenderles un día sí y otro, también.
Compañeros de estudios y de Noviciado. Tuve la suerte de acompañarte en Popoy unos 15 días en agosto de 2006, en tu mundo: internado, carpintería, plantaciones de caoba y cacao, plátanos y piñas… Todo para tus jovencitas y jovencitos. Y estabas orgulloso de ello, y lo celebrábamos con tu vino de toronja.
Dicen que los buenos se van, y ahí te fuiste en las carreteras de Rurre; pero te quedaste. Te quedaste en Popoy, haciendo vela y cuidando a tus internos, a esas y esos que tanto quisiste. Y te quedaste con nosotros, recordándonos que en un corazón grande y bueno como el tuyo cabían españoles, chilenos y bolivianos, sin distinción, todas y todos hermanos.
Luistri, viator religioso, presbítero. Hombre bueno y fiel, estás ya en el gozo de tu Señor.