La ternura, la bondad, el servicio, la esperanza… son valores que se pueden identificar en las personas, también en personas de mi comunidad viatoriana; la pobreza, no. La pobreza no es ningún valor. La pobreza tiene cara amarga, inhumana, fría. La austeridad, el decrecimiento actual, tiene sentido desde la solidaridad, desde el compartir con las y los empobrecidos; no desde la mera vivencia masoquista.
Pero ¿existe la pobreza o es mera estadística? Existen las y los pobres, las y los que sufren las consecuencias del egoísmo humano, del reparto inequitativo de los bienes que nuestro Dios nos ha dado para todas y todos, del acaparamiento sin medida, de sistemas económicos injustos y diabólicos.
Las y los pobres son reales, gritan o padecen en silencio, sufren y lloran, y mueren. La estadística mueve mi intelecto, las y los pobres remueven mi corazón; y cuando las y los pobres son mis, tus, nuestros conocidos, personas cercanas y queridas, lloras, lloras amargamente, lloras de impotencia, lloras y gritas a tu Madre y Padre Dios.
Y sientes llorar y balbucear a Dios: ‘son tus hermanas y hermanos, mis preferidos, a ti te los encomiendo’.