Domingo de Ramos
La vida y la muerte en manos del Padre
Lo mejor para el día de hoy es la lectura/escucha contemplativa del texto del evangelio, y después: el silencio agradecido porque alguien, Jesús, ha apostado radicalmente por lo humano haciendo la voluntad de Dios y destruyendo todo lo que se opone a la libertad.
Durante el verano en las diferentes capitales de provincia del País Vasco se suele celebrar lo que se conoce como la “Semana grande”. Tomando como pretexto el querer honrar al patrón o la patrona, la Virgen María en sus diferentes advocaciones, cada una de las ciudades, y cada una a su estilo, se sumerge en ambiente festivo.
También la “Semana grande” cristiana comienza en ambiente festivo, con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
Lo que está aconteciendo tras la elección del obispo de Roma, el Papa Francisco, me recuerda a esa entrada de Jesús en Jerusalén. Superadas las primeras horas después del conocimiento de su elección, en que desde la izquierda política argentina se quiso ver en su pasado la colaboración con el régimen dictatorial de Videla, incluso opciones en contra de su propio clero, se puede decir que todos los gestos del Papa están sembrando de esperanza a una parte importante del pueblo cristiano, porque en ellos se vislumbran los cambios que esperamos en la Iglesia. Así que ahora las críticas le vienen desde aquellas posturas, ya el interior de la misma comunidad cristiana, que no ven con buenos ojos tanta cercanía a la gente, tanta insistencia en equiparar el poder con el servicio a los empobrecidos, tanto acercamiento a otras confesiones cristianas, a otras tradiciones religiosas y espirituales, incluso a los humanismos que prescinden de Dios.
Con todo, podríamos decir que el Papa Francisco, obispo de Roma, está viviendo su particular domingo de Ramos. El pueblo cristiano, y hasta personas no-creyentes, está aplaudiendo todos y cada uno de sus gestos: el haber salido al balcón sin muceta, el pedir la bendición del pueblo y su oración, el prescindir del trono en algunas audiencias,…
Pero pronto le llegará el jueves santo (en coherencia con sus mensajes de estos días, ya nos han anunciado que el jueves santo celebrará la eucaristía en una cárcel para menores). Después vendrá el viernes santo, el que se celebra en la liturgia de la vida, cuando se tenga que enfrentar con las fuerzas del mal, los sanedrines de todos los tiempos y los gobernadores imperialistas de ayer y de hoy. Porque las fuerzas del mal existen. ¿O nos las vemos? Las fuerzas del mal pudieron con el hombre Jesús, pero no pudieron con Dios, por eso el Padre lo resucitó.
Esta misma semana una persona me escribía lo siguiente: “Ese dibujo de Fano para orar por el papa Francisco… realmente, ¿cómo lo ves? Aunque en general sus dibujos son MUY buenos, ya le he visto algún otro de este estilo ‘marioneta en manos de Dios’, de un Dios fuera de nosotros y lejano, que no me gusta, no. Se carga la libertad que Dios nos ha regalado y nuestra capacidad de respuesta, ¿no te parece? ¿es esto otro ejemplo de que tenemos que ser ‘tolerantes’ con todas las ‘sensibilidades’…. Yo creo que va en contra de la esencia misma de nuestro ser criaturas de Dios”.
La respuesta que me salió a bote pronto fue: “Depende cómo se entienda lo de la marioneta. ¿En el fondo no es eso lo que hizo Jesús? Creo que se empeñó en ser una marioneta en manos del Padre. ¿En el fondo no es eso lo que busca la experiencia creyente? ¿En el fondo no es eso lo que busca el discernimiento? Decimos que queremos buscar la voluntad de Dios sobre nuestra vida. Me figuro que no será un saber meramente intelectual, sino el deseo de que sea un asentimiento existencial. Porque no pedimos solo LUZ, sino que también pedimos FUERZA para hacer su voluntad. ¿Eso es ser marioneta? ¡Ojalá lo consiguiéramos!”.
Después le he dado vueltas al tema, y me reafirmo en mi respuesta, aunque se puede matizar. Si en lugar de las cuerdas de las marionetas, que es cierto que nos pueden remitir a ataduras y cortar la libertad, las sustituimos por el Espíritu Santo, el dejarnos hacer por él, nos remite a la única libertad verdadera posible. De hecho, al meditar recordaba la oración de san Ignacio de Loyola: “Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Vos me lo diste; a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed todo a vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que esto me basta”.
Jesús fue un hombre conducido por el Espíritu Santo. El Papa Francisco quiere creer que su elección es obra de ese mismo Espíritu. Todos los gestos de Jesús estuvieron guiados por el Espíritu que le habitaba, por eso pudo hacer frente a las fuerzas del mal que lo acosaban y que, finalmente, lo llevaron a la cruz, a pesar de la entrada grandiosa en Jerusalén. El Papa Francisco quiere que sus gestos estén guiados por el Espíritu que le habita, como a cada uno de nosotros por el bautismo y la confirmación, pero necesita nuestra oración para hacer frente a las fuerzas del mal.
El Papa Francisco, como sus predecesores, quiere ser fiel discípulo de Jesús. La vida de Jesús fue un continuo confiar en Dios, hasta el momento supremo de enfrentarse a la muerte, como nos lo narra el evangelio de san Lucas: “Jesús, clamando con voz potente, dijo: ‘Padre en tus manos encomiendo mi espíritu’. Y dicho esto, expiró”.
Jesús nos ha indicado el camino para poder entregar nuestra libertad: confiar en que nuestra vida y nuestra muerte están en manos del Padre.