Mosquitia (Honduras), martes 22

Después de 2 horas de sueño, debajo de la servilleta de papel del desayuno, Kavó ha dejado un disquete Verbatim, con un ¡SORPRESA!!!!!! escrito en su pegatina. Son palabras de lejos traídas por alguien de cerca. Creo que le debo una disculpa a Diego por haber dudado de su eficacia con las computadoras.
Me hablan de sus vacaciones, de los cafés aun por compartir, de un niño de 4 meses, de cómo hacerse amigo de las garrapatas en dos lecciones y un emilio de ama:
“… sé que estás bien, porque te sientes vivo. Por aquí las cosas como siempre; es decir, sin que pase nada que afecte al alma. Ayer en tu casa, en tu habitación verde, encontré la carpeta de África y me he permitido el lujo, el lujazo, de tenerte cerca, con lo que escribiste en las mismas fechas en las que ahora estás fuera, pero muy dentro.
Tu casa huele a ti, y eso me ha hecho sentirme bien. Me he tomado un té de una lata roja en tu taza azul de jazz y he leído lo que escribías el día del cumpleaños de aita en el 88: “quirófano con Patrick todo el día y parte de la noche. Chia se está haciendo grandote. Paso todo el tiempo posible junto a él cuando el tiempo me lo permite. Ha aprendido algunas palabras en castellano que va repitiendo por el campamento. Hoy en homenaje a aita hemos abierto una botella de vino búlgaro que hemos tomado prestado del hospital de Huambo. Estoy más delgado, pero la fiebre ya no me agota. Las raciones de comida del campamento casi se han duplicado, lo que hace que haya un mejor ambiente en él. Llevamos casi cinco días sin bombardeos, pero los cazas dan vueltas de reconocimiento al amanecer, lo que hace retumbar todo el campo y levantar olas en el pantano.
Ayer tuve carta de Lourdes con foto incluida. Sin comentarios. La distancia hiere de muerte lo que ya está herido. Me manda música de Bach y de Spiro Gyra que comparto por los altavoces con todo el campamento.
Le saco fotos a Chia. Le gusta que lo haga. Me gusta hacerlo. Una de las niñas del campo me regala una pulserita de colores que me coloco en el tobillo izquierdo, le extraña y le explico que por higiene en el quirófano no se puede llevar nada en las manos y extrañada se aleja pensando que estoy loco, seguro. 18 de abril. Cumpleaños de aita.”
Como ves, hijo, poco o nada, ha cambiado en tu vida. Pero no te importe. Ayer, al acabar la comida, les leí tu emilio a todos. No te escribo lo que dijeron, el cómo se sintieron, lo que compartieron. Solo Iñigo dejó caer que le gustaría estar ahí.
El té me quitará el sueño. Lo sé. Hemos celebrado el cumple de aita juntos como casi siempre porque el que siempre falta YA sabes quién es. He conseguido mantenerme serena y no llorar en todo el día. ¿Sabes? Creo que aún le quiero, suena bien, ¿verdad? Sí, aún le quiero.
No te entretengo más. No quiero robarte tiempo para los demás. Soy una vieja chochola.
Mímate a ratitos, ríete mucho, sueña más y vuelve a CASA PRONTO.
Ama
P.D.: ¿Se puede saber por qué tienes 23 camisas azul claro iguales???, igual que tu padre. Te quiero.”
Se la he leído a Kavó y no sé quién se ha emocionado más.
He imprimido los e-mails para leerlos con calma, después del trabajo, al atardecer junto a la escalera de madera cómplice y testigo. Quiero empaparme de lo que me dicen, de lo que me cuentan, de lo que me cuenta Ella (lo vuelvo a escribir en mayúscula, me sale solo). Quiero esta noche tener un ratito para mí, para mis sentimientos, para mi corazoncito abollado y esperanzado…
Quiero sentirme en ese papel siendo parte de Ella, de su piel, de sus dedos tecleando el ordenador, de su cabeza intentando sacar palabras que no quieren salir. Quiero estar por un momento en sus manos, en su piel…
Noche de martes.
Me podría quedar toda la noche aquí afuera. Hoy es la primera noche que hace frío. Me gusta el frío. Dicen que se acerca un frente frío. Pasaremos de estar de 37 grados a 32 grados. Algo es algo.
Me estoy despellejando como un camaleón. El sol me ha quemado hasta las uñas. Estoy hecho un asco. Debo ser la antítesis de la lujuria.
Hemos hablado con nuestro relevo. Llega el 28. Un suizo y una holandesa.
En el escalón de atrás, Kavó escribe una carta de Amor para su chica de la radio. Se empeña en que la lea para dar el visto bueno. Se siente en deuda por haberle leído la carta de ama. Quiere hacerme su cómplice, su cómplice en el amor a algo que nace de la necesidad de amar, de sujetarse a algo vivo, a algo con vida propia, de algo a que entregarse, de algo a quien soñar.