Mosquitia (Honduras), martes 8

Mi cuerpo parece una paella. Las garrapatas se han cebado con nosotros. Quizá el agua dulce de la laguna les ha atraído. No lo sé. Hoy he descubierto que el pudor es algo que existe y que estoy más reprimido de lo que pensaba. La idea de que un hombre (casi desconocido) hurgue con un depresor de la lengua en mis genitales buscando la garrapata asesina no es de lo más agradable, aunque supongo que Kavó opinará igual. A veces pienso que los médicos, cuando hacemos lo mismo con los enfermos, no nos damos cuenta de lo que puede representar un solo gesto tan vacuo como una exploración y me pongo en la piel de las mujeres en el ginecólogo.
Movida con Tegus y su diplomacia con el resto de la sanidad hondureña. Solo nos autorizan a actuar en la epidemia de dengue. Se ‘supone’ que ellos controlan el resto. Me enfado y elevo la voz por radio. Haré lo que crea que tengo que hacer y punto.
Desconozco mis manos. Están carcomidas y las uñas supercortas para no rascarme.
La luna empieza, día a día, a crecer. Está como meciéndose en una hamaca. Cada noche es distinta, a veces blanca, otras brillante, otras coqueta y redonda, otras tímida y no aparece, otras celosa y sale cuando el sol aún no se ha acostado, otras madrugadora y no se va hasta que el sol lleva varias horas dominando la luz…
Hoy ha sido un día raro, quizá por la noticia de las garrapatas. Eso nos hace seguir pensando que jamás se pueden hacer planes en estas historias. Simplemente una cosa tan minúscula como una garrapata te puede trastocar todo el plan del día, o quizá de la Vida entera.