COMENTARIO a la PALABRA DOMINICAL – Anjelmaria Ipiña

Vigesimosexto Domingo del Tiempo Ordinario

Sumando en el compromiso por la justicia

El pasaje de la carta del apóstol Santiago que hemos proclamado no se anda por las ramas: “Ricos… vuestra riqueza está corrompida…”.

No habla del enriquecimiento que es fruto de la corrupción a la que nos tienen acostumbrados algunos de nuestros políticos, unas veces ilegal, siempre inmoral. Habla de la riqueza que se sustenta en la injusticia: “El jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos está clamando contra vosotros; y los gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor de los ejércitos”. Este texto nos recuerda a otro del AT, en el libro del Éxodo, cuando YHWH llama a Moisés: “El clamor de los israelitas ha llegado a mí, y he visto como los tiranizaban los egipcios… voy a librarlos de la opresión del faraón…”. En este acontecimiento histórico se fundamentó la fe de Israel, se fundamenta la fe del pueblo judío.

También las primeras comunidades cristianas percibieron que el Dios de Jesús era un Dios liberador de las opresiones históricas y económicas. Esta conciencia la ha mantenido la Iglesia de forma ininterrumpida.

La Conferencia episcopal española, en una instrucción pastoral publicada en el mes de abril de este mismo año, cuyo título es “La Iglesia, servidora de los pobres”, decía entre otras cosas: “Los Padres de la Iglesia, inspirados en la Biblia, denunciaron la acumulación de bienes por parte de algunos mientras otros vivían en la pobreza. San Juan Crisóstomo afirmaba que “no hacer participar a los pobres de los propios bienes es robarles y quitarles la vida. Lo que poseemos no son bienes nuestros sino los suyos” y san Agustín decía que cuando tú tienes y tu hermano no, ocurren dos cosas: “Él carece de dinero y tú de justicia”. San Gregorio Magno concluía que “cuando suministramos algunas cosas necesarias a los indigentes, les devolvemos lo que es suyo, no damos generosamente de lo nuestro: Satisfacemos una obra de justicia, más que hacer una obra de misericordia”.

No son más que unos pocos ejemplos de los muchísimos que nos han ido transmitiendo los que nos han precedido en el camino de la fe y han querido reflejar en sus escritos, y en muchos casos con su testimonio de vida, esta certeza de la Iglesia. Por eso el Papa Francisco, como sus predecesores, ante las acusaciones de comunismo ante ciertos planteamientos políticos y sociales ha respondido que lo único que hace es repetir lo que ha sido Doctrina social de la Iglesia desde siempre.

En la defensa de la justicia la Iglesia no ha tenido ninguna dificultad para sumarse a otras personas y otros colectivos. De esta responsabilidad común hablaron tanto Benedicto XVI como san Juan Pablo II, por no citar más que los dos últimos.

Vigesimosexto domingo del tiempo ordinarioEsto empalma con uno de los mensajes del pasaje evangélico de este domingo: “No se lo impidáis (echar demonios), porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro”. Tenemos que sumar en la solidaridad humana a favor de todo aquello que sea proyecto evangélico.

Una de las tareas del cristiano es la de expulsar demonios. ¿Qué significa eso? Expulsar de nuestra vida todo aquello que nos divide por dentro y por fuera, individual y socialmente. Hacer desaparecer las fuerzas y actitudes que se oponen a la voluntad de Dios, al proyecto del Reino.

Otras personas, desde otras perspectivas y con otra mística, están también en la tarea de humanizar nuestro mundo, de expulsar los demonios que nos deshumanizan. Por eso, en esta labor podemos cooperar muchas personas y colectivos, católicos o no, cristianos o no, creyentes o no.

Estos días en la ONU se han reunido más de 150 jefes de estado, también el del Vaticano, para ratificar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (que sustituyen a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que  se habían establecido hasta 2015). Son 17 objetivos y 169 metas que nos ponemos para 2030. No os digo más que el primero: “Erradicar la pobreza en todas sus formas y en todas partes”. ¡Casi nada!

Este es un objetivo claro en el que secretariados sociales diocesanos, congregaciones religiosas, movimientos apostólicos y otros grupos eclesiales pueden participar codo con codo con partidos políticos, sindicatos, ONG de todo tipo, scout, grupos ecologistas y otros movimientos sociales. Se cumple la palabra de Jesús: “el que no está contra vosotros está a favor vuestro”.

Tenemos que trabajar con otras personas e instituciones. ¿Con todas?

Un criterio de discernimiento es que tengan el mismo objetivo “expulsar demonios”, por utilizar el lenguaje evangélico; es decir, combatir el Mal en todas sus formas, combatir todo aquello que nos impida vivir como hijas e hijos de Dios.

A mi modo de ver, hay un segundo criterio que no podemos perder de vista: hacerlo “en el nombre de Jesús”. Al decir esto no quiero decir que tengamos que ir a todos los lugares identificándonos o proclamando que somos cristianos. Mucho menos haciendo proselitismo. Al decir “en el nombre de Jesús”, quiero decir que los medios utilizados también han de estar en consonancia con el estilo y talante de Jesús. Los medios pueden llegar a ser tan importantes como los objetivos. Lo ha dicho el Papa Francisco en su viaje a EE. UU.: “La globalización no es mala, al contrario, nos une. Lo que puede ser malo es el modo de hacerlo”.

En cualquier caso, los cristianos siempre tenemos que sumar en el compromiso con la justicia.

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