COMENTARIO a la PALABRA DOMINICAL – Anjelmaria Ipiña

Vigesimoprimer Domingo del Tiempo Ordinario

¿Optar por Jesús o elegidos por él?

Hoy finalizamos el discurso del Pan de Vida que comenzamos hace varios domingos con el signo de la mesa compartida, el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, prefiguración de la Eucaristía.

Recordamos como tras el signo-milagro Jesús huyó, ya que le querían hacer rey. Surgieron muchos admiradores. Se precipitaron en la apariencia del espectáculo. Jesús les puso en evidencia: no le seguían por lo que habían visto, sino porque habían llenado la panza. Les costaba entender la propuesta de vida de Jesús.

Poco a poco Jesús trata de adentrarles en el misterio de su vida, les va desvelando su identidad y el sentido profundo de su misión. Les va indicando como él, su persona, que se presenta como el “Pan de vida”, y sus opciones (el servicio como criterio de vida y las personas marginadas como destinatarias preferentes), están preñadas de vida, una vida plena y feliz que se prolonga más allá de la muerte.

Lo que Jesús nos está proponiendo, a sus seguidores de todos los tiempos, es que una vida compartida como la suya, “comer su carne”, y una vida entregada como la suya, “beber su sangre”, tiene futuro. Todo un atrevimiento para tiempos como los nuestros, donde todo parece efímero y todo se fía de forma exclusiva e intensa al “aquí y ahora”. Recientemente le escuchaba a un ¿joven? que acaba de comenzar la peregrinación por la treintena: “no sé si llegaré a cumplir los cuarenta años, pero los estoy viviendo con intensidad”. En menos de 24 horas había recorrido más de 100 km. para poder acudir a tres poblaciones en las que se celebraban fiestas populares. Es una opción de vida. Me impresionó el comentario por la relación afectiva con el ¿joven? y porque Jesús nos propone otra cosa. No menos intensa en el presente, pero con mayores garantías de futuro.

Ahora bien, para eso Jesús nos lo pide todo. Nos pide que hagamos la apuesta de nuestra vida. Nos pide que nos lo juguemos todo a una sola carta: él. Seguirle o dejarle. No vale medias tintas. Tampoco compartirlo con otros proyectos. Entonces como ahora nos podemos decir: “Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso?”.

Llega un momento en que nos encontramos ante la disyuntiva de seguirle a Jesús o abandonarle. La cosa no es nueva. Tenemos el testimonio de la historia del Pueblo elegido y sus devaneos con todos los dioses que iban encontrando en el camino o a lo largo de la historia, cuando entraban en contacto con otros pueblos. El libro de Josué recoge como Israel tuvo que optar por YHWH o por otros dioses.

Los israelitas tuvieron buenas intenciones: seguir al Dios liberador y compañero de camino. Sabemos hasta dónde llegaron sus buenas intenciones y hasta dónde sus infidelidades. La tentación siempre está a la vuelta del camino.

Vigesimoprimer domingo del tiempo ordinarioTambién en el evangelio los seguidores de Jesús se encuentran con la disyuntiva de aceptar a Jesús, su mensaje, su praxis, toda su historia, o dejarle por otros profetas, otros valores, otros proyectos… todos ellos legítimos. Dudar es de humanos. Rehacer caminos que consideramos errados, también. Muchos abandonaron a Jesús. El evangelio no nos ahorra esta constatación, aunque la podría haber silenciado. Es un gran mensaje para todas las personas que a lo largo de la historia hemos hecho, en un momento o en otro, o de forma más definitiva, la opción de seguir a Jesús. No lo hacemos desde la ingenuidad, conocemos nuestra propia fragilidad: acoger la propuesta de Jesús no es fácil, en más de una ocasión se ve abocada al fracaso.

Hoy se habla con insistencia de la personalización de la fe. Respuesta personal y consciente ante la pregunta que nos hace Jesús a cada uno de nosotros: “¿También tú quieres marcharte?”

La respuesta de fe siempre ha sido personal, pero en otras épocas tenía la apoyatura del ambiente social, de la transmisión familiar, de la presencia en la educación, de la tradición cultural,… Cuando todo eso falla, se queda la persona sola con la respuesta que tiene que dar a Jesús.

Personalizar la fe: llegar por propia experiencia a la convicción íntima de que lo de Jesús merece la pena y así confesar: “Señor, ¿a quién voy a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; yo creo. Y sé que eres el Santo consagrado por Dios”. Es una confesión sincera, como la de Pedro, aunque a la hora de la verdad no estemos a la altura de las circunstancias.

¿Personalización de la fe o personalizados por ella? De suyo la fe es un don, puro don, que no nos pertenece. Nos lo ha recordado Jesús: “nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Descubrir agradecidos que no somos nosotros los que elegimos, sino los elegidos. Es Dios quien eligió a Israel. Es Dios quien eligió a la Iglesia, comunidad de los que se fían de Jesús, porque creer en última instancia es fiarse. Es Dios quien me elige a mí. Es Dios quien te elige a ti.

A modo de tuit: La fe es don. Seguir a Jesús opción en la que se pone en juego la libertad. ¿Optar por Jesús o elegidos por él?

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