COMENTARIO a la PALABRA DOMINICAL – Anjelmaria Ipiña

Quinto Domingo de Pascua

Permanecer en Jesús

Vamos avanzando en nuestro camino pascual. Nos vamos acercando a la fiesta de Pentecostés. Ese día en el que celebraremos solemnemente que se nos ha comunicado definitivamente la Vida de Dios; que el Resucitado, por medio del Espíritu Santo, vive en y con nosotros.
Además estamos en el mes de mayo. Es un mes de resonancias marianas. La disponibilidad de una mujer hizo posible que Dios habitara entre nosotros. María supo acoger la propuesta de Dios. ¿Nosotros la queremos acoger? La propuesta que se le hizo a María en la anunciación, se nos hace a cada uno de nosotros cada día: acoger el don del Espíritu Santo.
La provocación de Dios en la encarnación, haciéndose uno más de y en la Historia, sigue siendo provocación para cada unos de nosotros: acogerle en nuestra historia personal y social.
La invitación confiada hecha a los discípulos para seguirle a Él y proseguir su proyecto, sigue siendo invitación para nosotros: “el que permanece en mí, y yo en él, ése dará fruto abundante”.
Jesús el domingo pasado se nos presentaba como el buen Pastor que da la vida por sus ovejas. Hoy se nos presenta como la vid verdadera, sin la cual los sarmientos no pueden dar fruto, no pueden dar vida. Estamos llamados a dar vida, como el Buen Pastor. No cualquier vida, no la que queremos entregar generosamente, sino la vida que recibimos del mismo Jesús, si permanecemos unidos a Él.
Dar vida, dar fruto, es lo que se nos recuerda en la segunda lectura de hoy, tomada de la primera carta de Juan: “no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras”. Los místicos, esas personas que han permanecidos unidas a Jesús, nos lo han dicho con otras palabras. Teresa de Jesús, cuyo centenario estamos celebrando: “El amor de Dios no ha de ser fabricado en nuestra imaginación, sino probado por obras”. Ignacio de Loyola, cercano a nosotros: “El amor se debe poner más en las obras que en las palabras”.
Los frutos: ése puede ser uno de los test de verificación de nuestro estar unidos a Jesús, de permanecer en Él. Si nuestros frutos, personales o comunitarios, no tienen el ADN de Jesús, si no se parecen a los de Él, si no huelen a los de Jesús, si no saben a Él, algo no estamos haciendo bien.
Quinto Domingo de PascuaEn ocasiones echamos balones fuera. Nos refugiamos en el secularismo que lo invade todo, en la manipulación de los medios de comunicación, en la superficialidad con que vivimos hoy,… Todo eso es verdad, pero es a esta sociedad a la que estamos enviados para anunciar la vida plena que nos ofrece Jesús.
Tampoco vale con decir que en la Iglesia tenemos un problema de marketing, porque no somos capaces de dar a conocer los “frutos al estilo de Jesús” que producimos, la labor que realiza la Iglesia de forma callada con los colectivos más desfavorecidos de nuestra sociedad, acompañando tantos dramas personales, cubriendo tantos huecos a los que no llegan, o no quieren llegar, las instituciones públicas,… En nuestra ciudad, además de la gran labor que hace Cáritas, tenemos el proyecto Berakah de las cuatro parroquias del casco antiguo que es modélico en cuanto al compromiso social. Por eso ha sido galardonada recientemente con el premio “Ser alavés 2015”.
Todo eso está bien y es verdad. Los demás están ciegos y sordos y no son capaces de ver y oír todo lo que hacemos. Nosotros estamos mudos y mancos, porque somos absolutamente incapaces de comunicar lo que hacemos.
Pero, además de eso, tendremos que hacer un serio examen de conciencia y nos tendremos que preguntar cuál es la savia que corre por nuestras venas, cuáles son las “uvas amargas” que damos para que no haya una adhesión cordial no sólo a la Iglesia como institución, sino tampoco a Jesucristo y su Evangelio.
Seguro que todos conocemos personas muy buenas y entregadas, algunas de ellas incluso en el ámbito de nuestras comunidades cristianas, que prescinden de Jesús. Su compromiso lo circunscriben al puro altruismo, pura solidaridad humana. Es mucho, muchísimo.
Para nosotros no es suficiente. Queremos dar de lo que recibimos. Queremos dar desde la savia de Jesús, porque estamos firmemente convencidos de que tiene fuerza para regenerar la Iglesia y también nuestro mundo. Creemos en las palabras de Jesús: “sin mí no podéis hacer nada”.
Tenemos que permanecer en Jesús. Acoger su Palabra y confrontarnos con ella, personal y comunitariamente. ¿Cómo era el estilo de Jesús? ¿Cómo era su relación con las personas? ¿Cuáles eran sus preferencias? ¿Qué imagen de Dios transmitía? ¿Al servicio de quién puso la tradición religiosa de su Pueblo? ¿Quién era el absoluto en su vida?
Tenemos que permanecer en Jesús. Frecuentar los sacramentos, también el sacramento del pobre y del empobrecido. La celebración de la Eucaristía tendría que ser como el chute semanal, como la transfusión de la sangre de Jesús que corre por nuestras venas. La Eucaristía es fuente de vida… si le dejamos. Aunque sea percibida como un rito vacío y una celebración tediosa, también para los “de casa”, al interior de la comunidad cristiana, tenemos que permanecer en Jesús…sin Él no podemos hacer nada. Permanecer en Jesús.

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