Cuarto Domingo de Pascua
Queriendo oler a oveja… Iglesia en salida
Estamos celebrando el 4º domingo de Pascua, conocido como el domingo del “Buen Pastor”. La imagen del pastor era significativa en la época de Jesús y lo ha sido hasta no hace muchos años entre nosotros. Para los de cultura urbana es un oficio desconocido. Nos resulta difícil imaginarnos la relación que se puede establecer entre el pastor y las ovejas. Más aún si se trata de un “buen pastor”. No es de extrañar que el Papa Francisco en la misa crismal de jueves santo de hace dos años pidiera a los presbíteros que fueran “pastores con olor a oveja”.
El término “pastor” tiene más tradición entre las comunidades evangélicas, para designar al responsable de la comunidad. Entre los católicos, este término se ha empleado, sobre todo, para los obispos. Cuando miramos a nuestros pastores, obispos, enseguida nos asaltan ganas de criticarles por múltiples motivos.
Si nos centramos en el discurso que utilizan para iluminar la realidad social: porque utilizan un lenguaje que la gente no entiende; porque están lejos de los verdaderos intereses de las personas de nuestro tiempo, ajenos a sus problemas y preocupaciones; porque hablan con mucha facilidad de algunos temas, pero que guardan un silencio cómplice en otros; porque se preocupan excesivamente por defender los intereses particulares de la Iglesia como institución social;…
Si nos fijamos en las actitudes que algunos tienen al interior de la comunidad cristiana también hay motivos de crítica: porque se pasan más tiempo ahuyentando lobos, muchas veces imaginarios, que en preocuparse por el rebaño; porque no son conscientes de las ovejas que se van quedando en el camino: unas perdidas, otras heridas, otras que van abandonando el rebaño…
Probablemente, como ocurre con todas las críticas, hay una parte que se ajusta a la verdad y otra que es injusta con las personas a las que se las dirigimos.
Por otro lado, y esto también hay que decirlo, se nos ha híper-agudizado el sentido crítico con la Iglesia, sobre todo con lo que llamamos jerarquía, y dejamos colar proyectos sociales dudosamente evangélicos. Podemos ser más críticos, incluso agresivos, con lo que dice el Papa (parece que con Francisco no lo tenemos tan fácil) o el obispo diocesano, con la buena intención de iluminar a la comunidad cristiana en su caminar en la fe, que con lo que dice el locutor de radio que escuchamos habitualmente y que está al servicio de una ideología determinada. Somos menos críticos con la manipulación que nos venga por esos derroteros.
Hoy más que nunca se impone el discernimiento, para poder distinguir las voces que suenan en clave de evangelio y las que no. No todo vale. No nos vale ni cualquier Dios ni cualquier proyecto de Reino. El evangelio nos invita a estar atentos para poder reconocer la voz de Jesús y el proyecto que nos sugiere a través de la Palabra,… y de los sacramentos (también el de los empobrecidos), de la Comunidad, de la oración,…
Se impone el discernimiento no solo para reconocer lo que de “Buen Pastor” hay en las palabras y obras de los obispos, sino también para asumir que toda la Iglesia, cada una de las comunidades cristianas y cada uno de los cristianos estamos llamados a ser “buenos pastores”.
La primera comunidad con la que nos encontramos todos es con la propia familia: ¡qué gran papel debe jugar un padre y una madre en ser “buenos pastores” con sus hijas e hijos, también en el ámbito de la fe! Ser padre y madre es una vocación y una misión.
La comunidad cristiana está llamada a ser “buena pastora” con sus propios miembros. Así nos lo recuerda el nº 30 de “Misericordia entrañable”, la carta pastoral de los obispos vascos para cuaresma-pascua de este año: “…Necesitamos avanzar, asimismo, en el trato cordial y fraterno entre diferentes sensibilidades y espiritualidades presentes en nuestras Iglesias locales, buscando para ello espacios y momentos propicios para el diálogo, el encuentro, la complementariedad. Con el Papa decimos: No a la guerra entre nosotros. La comunidad que cuida el trato fraterno entre sus miembros, tomando en consideración a todos y a cada uno, ofrece un testimonio válido para la concordia humana, que da sentido a la identidad y misión de la Iglesia”.
Pero la Iglesia no se tiene que quedar paralizada mirándose a sí misma, tiene que ser una “Iglesia en salida”, como nos lo pide el Papa Francisco y como nos lo había pedido antes Jesús: “Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo pastor”. El mensaje del Papa para la jornada de oración mundial por las vocaciones que celebramos hoy lleva por título “El éxodo, experiencia fundamental de la vocación”. Por su parte, el de la Conferencia episcopal española es “¡Qué bueno caminar contigo!”. Iglesia en salida acompañada por el Buen Pastor.
Iglesia en salida, comunidad cristiana que quiere ser “buena pastora” en este tiempo y en esta sociedad que le ha tocado vivir. ¿Acertaremos a serlo? En ocasiones los frentes abiertos nos abruman. Lo tenemos que intentar. Tenemos que tratar de compartir los gozos y las esperanzas, las angustias y las tristezas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Oportunidad para oler a ovejas.
Lo tenemos que intentar. Las referencias teóricas están claras: el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia. Pero, además, tendremos que ofrecer nuestro testimonio de vida solidario, preocupado por el prójimo, sea o no creyente, sea o no de nuestro país, sea o no de nuestra raza, sea o no de nuestra religión. La Iglesia ha sido y es experta en solidaridad y en caridad. Ese es nuestro gran capital.
Tendremos la oportunidad de ser “buenos pastores” si, queriendo oler a oveja, somos Iglesia en salida.