Jesús, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo. El amor de Jesús por nosotros no tiene límites. Siempre más, siempre más. No se cansa de amar. A ninguno. Nos ama a todos nosotros, hasta el punto de dar la vida por nosotros, por todos nosotros. Da la vida por cada uno de nosotros. Por cada uno. Cada uno podemos decir: fue por mí. Porque su amor es así, personal. El amor de Jesús no desilusiona nunca, porque él no se cansa de amar. Como no se cansa de perdonar, de abrazarnos.
¿Puede una madre olvidarse de su hijo? Si una madre se olvidara de su hijo, yo nunca me olvidaré de ti. Así es el amor de Dios con nosotros.
También yo necesito ser lavado por el Señor, y por esto rezad durante la misa, para que el Señor también lave mi suciedad. Para que yo me vuelva más esclavo vuestro, más esclavo en el servicio de la gente, como lo ha sido Jesús.