¿Cómo no ser un apasionado por nuestra comunidad?
Durante el pasado verano, una conversación en un avión me recordó por qué soy un apasionado de nuestra comunidad.
Jason, 17 años, estaba sentado a mi lado. En compañía de otros seis adolescentes, acababa de unirse a Cathy Abrahamian, Viator asociada, y a mí, así como a la delegación de nuestra escuela San Viator para el 5º Congreso juvenil de los Viatores de la provincia americana. Este encuentro agrupa anualmente a más de 15 Viatores y unos sesenta jóvenes líderes en nuestras escuelas parroquiales.
Se trata de cuatro días de formación en oración, en liturgia y en justicia desde el punto de vista del carisma viatoriano. Para Jason era la segunda experiencia con nosotros.
Durante nuestra conversación, Jason me confió lo importante que será para él quedar vinculado a la comunidad viatoriana y a sus valores durante sus años de estudios universitarios y después de estos. Reconocía cómo nuestro carisma había aclarado su vida y le había dado un significado. De hecho, su encuentro con nosotros, decía, le ayudó a conocerse verdaderamente, para descubrir su propia personalidad. Es nuestro carisma el que le ayudó a creer en sí mismo y a descubrir sus propios dones y esto, implicándose en el ministerio de ayuda a los inmigrantes, los retiros y el diálogo interreligioso.
¡El Padre Querbes estaría orgulloso! Esa es la reflexión que yo me hice entonces. ¡Su misión sigue! Tras más de 180 años de su gesto fundador, los Viatores siguen cambiando la vida de los jóvenes, permitiéndoles encontrarse con Jesucristo y caminando con ellos en este mundo donde, juntos, transformamos la vida – especialmente aquella de los más abandonados.
¿Cómo no ser un apasionado por nuestra comunidad? Cada día me sorprendo por el poder transformador de nuestro carisma mientras camino por los pasillos de nuestro Colegio San Viator de Arlington Heights. Veo a jóvenes atentos a gente rota que tienen alrededor y proclamar la Buena Nueva por medio de estos retiros de liderazgo, servicio y oración, mientras ellos deben afrontar estudios exigentes que les conducirán a las universidades más importantes. Veo a mis hermanos y hermanas Viatores que, como hacía Jesús, forman a niños y niñas y hacen de ellos personas de fe, y esto por la manera en que les acompañan, les enseñan, les soportan y les animan. Veo los rostros radiantes de estos jóvenes que pueden venir a nuestra escuela porque nuestra comunidad ofrece valiosas
becas y así abre la dimensión de nuestro carisma a personas de todas las clases sociales.
¿Cómo no estar apasionado por nuestra comunidad? Con frecuencia, me encuentro con algunos de nuestros estudiantes y jóvenes profesionales, provenientes de nuestro colegio, que actúan al estilo de Cristo en nuestro mundo porque han sido formados en nuestras escuelas y parroquias. Yo podría hablaros de uno de nuestros antiguos, un abogado famoso, cuya prioridad es la de asegurar una defensa justa a los inculpados, porque él se sensibilizó con nosotros en el valor de los derechos humanos de todas las personas. Podría también hablaros de los graduados de San Viator que desean unirse a diversos grupos católicos porque han aprendido de los Viatores la importancia de la comunidad
católica y el crecimiento espiritual. ¿Y qué deciros de aquella muchacha que se sintió llamada al ministerio con jóvenes en la parroquia San Viator de Chicago? Y ¡aquel joven que me ha confiado que piensa en la vida religiosa viatoriana porque también él está apasionado por nuestra comunidad!
¿Cómo no ser un apasionado por nuestra comunidad? Los viatores de Estados Unidos se baten por los derechos de los inmigrantes, las personas maltratadas y olvidadas en nuestro país. Puedo deciros con orgullo que mi comunidad ha hecho suya la lucha por sus derechos, haciendo todo lo posible por ofrecerles un techo cuando se han convertido en personas sin hogar y crear conciencia sobre nuestra responsabilidad como católicos de no quedarnos silenciosos ante esta realidad. Al mismo tiempo, marchamos en su nombre por las calles y abogamos en su nombre ante los políticos respecto a las leyes que afectan a su futuro.
¿Cómo no ser un apasionado por nuestra comunidad? Los Viatores me han ayudado personalmente a escuchar la llamada de Cristo y a experimentar su poder de curación. En 1987, la comunidad aceptó a un apasionado, ciertamente, pero un joven espiritualmente inmaduro; se llamaba Corey Brost. La comunidad ha mostrado una paciencia convencida durante todo mi recorrido de formación, ofreciéndome experiencias increíbles tanto educadoras como ministeriales. Ella me ha rodeado de relaciones atentas y ha creído suficientemente en mí como para confiarme este carisma tan especial y sagrado.
De hecho, soy un apasionado por mi comunidad. De alguna manera, he tenido la suerte de vivir más de la mitad de mi vida con mujeres y hombres de una santidad evidente que, clara y concretamente construyen el Reino de Dios.
¡Padre Querbes, gracias, estoy muy agradecido!
¡Adorado y amado sea Jesús!