Oraciones al caer de la tarde

LOS ANCIANOS

Me hace gracia, Señor, esta denominación. Esta tarde, en la cárcel, me he reunido con el «Colegio de Ancianos»…
El portavoz, Marcel, todo seriedad y calma, tras la breve oración que inicia todas las reuniones de grupo, ha calado sus viejos lentes, ha sacado —en gran orador— un par de hojas plegadas en dos del bolsillo superior de la camisa y, tras estudiado y solemne carraspeo, ha leído durante cinco minutos…
¡Qué empaque, qué solemnidad, Señor!
Te aseguro que en un principio he debido hacer un esfuerzo para no reír y mantener la seriedad del momento… Al final, he tenido que cerrar los párpados con firmeza para someter las lágrimas… ¡Ay!
El viejo Raymond, el Decano, uno de mis favoritos;
«Sam», mi primer contacto en el Penal;
el jardinero-hortelano Georges con su dentadura estropeada y sus venerables cabellos blancos;
Emile Ouedraogo, digno, con gafas (¡cuántas veces me las ha entregado para llevarlas al doctor de lentes!) y una gran presencia, como un señor…
y mi ahijado Joseph, condenado, que ha visto recientemente, como Samuel, rebajada su pena perpetua a veinte años…
Todos han firmado al pie del escrito…
¿Qué me pedían? Tras unos enormes elogios (no hace falta que diga que son exagerados, tienen una literatura muy elogiosa) por mi labor en la Comunidad y después de invocar con sonoras frases tu protección sobre mí, me han hecho el balance de las actividades de la Comunidad Católica que dirigen como Consejeros máximos del presidente y su Equipo, y me han rogado muy encarecidamente, me concentre y centre mis esfuerzos y mis «medios» en la COMUNIDAD…
Me han pedido que esté en estrecha relación con su Presidente mi gran y admirado amigo Mathieu… Que le aconseje (¡como si fueran pocos sus consejos…!)…
La verdad es que cuando han solicitado mi mayor atención a lo que Marcel iba a leer, he temido algún problema grave surgido en el seno de la Comunidad. No, nada grave. Tienen muy a honra la buena marcha del Grupo de fieles y simpatizantes católicos.
Quieren que vaya mejorando, que llegue a ser un piloto-faro para el resto de los detenidos… En realidad, un dignísimo deseo…
¡Mi Comunidad! ¡Cómo ha crecido!
Ahora con su santuario cubierto, al abrigo de la lluvia y del riguroso calor, como un auténtico templo, no tan sólo protegido por la escasa sombra de los dos árboles… Con bancos para casi todos… Bien rodeado vegetalmente gracias a los cuidados del diácono que se ocupa del ornamento y cuidado del santuario. Con un altar en el presbiterio cimentado, muy coqueto, sencillo pero elegante…
De quince o veinte miembros activos hace cuatro años, han llegado a más de trescientos, sin contar los simpatizantes…
¡Señor, me siento orgulloso de lo alcanzado pero más orgulloso aún de todos estos personajes…
Mateo, GRAN ADMIRADOR;
Moisés, segundo de abordo;
Stephane, el Gran Catequista;
Michel; Celestin… y tantos otros!
Y, por encima de todos los activos (diáconos, responsables, jefes de Equipo…) me siento orgulloso de este Colegio de Ancianos…
¡Bendíceles, Señor, Dios mío!
Que no cesen en sus nobles empeños…
y que yo pueda durante muchos años seguir ayudándoles…
¡Gracias, Señor, por esta Comunidad!

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Una respuesta a Oraciones al caer de la tarde

  1. LILIANA SCHEFFER dijo:

    AMEN.AMEN.DIOS ESTA EN TODOS LADOS!! AMEN!LIBERTAD A LOS CAUTIVOS EN EL NOMBRE DE JESUS!!

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