Éste es el ayuno verdadero, el ayuno que no es solo exterior, una observancia externa, sino que es el ayuno que viene del corazón. Están unidos: el amor a Dios y el amor al prójimo son una unidad y si tú quieres hacer penitencia, real, no formal, debes hacerla ante Dios y también con tu hermano, con el prójimo. …
Cuántos, cuántos hombres y mujeres de fe, tienen fe pero dividen las tablas de la ley: ‘Sí, sí yo hago esto’ –‘¿Pero tú das la limosna?’– ‘Sí, sí, siempre envío un cheque a la Iglesia– ‘Ah, bien, está bien. Pero en tu Iglesia, en tu casa, con aquellos que dependen de ti –ya sean hijos, o abuelos, o empleados– ¿eres generoso, eres justo?’. Tú no puedes hacer ofertas a la Iglesia sobre los hombros de la injusticia que haces con tus empleados. Este es un pecado gravísimo: es usar a Dios para cubrir la injusticia. …
Y esto es lo que el profeta Isaías, en nombre del Señor, hoy nos hace entender: No es un buen cristiano el que no hace justicia con las personas que dependen de él. Y no es un buen cristiano el que no se priva de algo necesario, para dar a otro que tenga necesidad.
Amor y humildad!