COMENTARIO a la PALABRA DOMINICAL – Anjelmaria Ipiña

Decimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario

La confianza en Jesús nos salva

A algunas personas les entra cierto reparo cuando se enfrentan con relatos evangélicos como el de hoy. Se preguntan por la historicidad y no son capaces de salir de ahí. Hay una pregunta sencilla que nos podemos hacer: ¿qué es más difícil que Jesús hubiera andado sobre las aguas o que resucitara o que fuera hijo de Dios? ¿Qué rompe más las leyes físicas y hasta la argumentación metafísica? Cada uno que se lo responda.

Personalmente me parece que entrar en la discusión de la historicidad es absolutamente irrelevante para la vida del creyente y para la vida de la Iglesia, de las comunidades cristianas.

Más importante que preguntarnos por la historicidad del relato es que sintonicemos con la experiencia humana y creyente de los discípulos, que demos respuesta a las preguntas que nos pueden surgir de una lectura atenta con la mente y acogedora con el corazón de este relato evangélico.

La barca es la Iglesia, pero lo es la vida de cada cristiana y cada cristiano en la medida de que todos somos Iglesia. Por eso, me puedo preguntar:

 ¿Qué lugar ocupa Jesús en la travesía de mi vida?

 ¿Va en mi barca? Si lo hace, ¿en calidad de qué?

 ¿Cuántas veces he sospechado si lo que digo que es mi experiencia creyente no será más que un fantasma, creencia internalizada sin contenido real o fruto de mi imaginación?

 Cuando siento mi vida zarandeada, interna o externamente, social o eclesialmente, ¿adónde o a quién acudo?

 ¿Cuánto me fío de la palabra de Jesús, que me dice “no temas” y cuánto le pongo a prueba pidiéndole una señal (porque no me atrevo a llamarlo milagro), aunque no sea más que andar sobre las aguas, para poderme sentir tan poderoso como él o para tenerlo a mi servicio y al de mis necesidades?

 ¿Cuántas veces digo que él es el centro de mi vida, mi roca, mi seguridad, mi… pero en el fondo sigo desconfiando y por eso me invade la inseguridad y el miedo a tantas cosas: enfermedad, soledad, ancianidad, pérdida de fortaleza, juicio, conflictos, futuro personal o institucional,…?

 ¿Cómo es la calidad de mi fe?

 ¿Realmente me fio de Dios? ¿Experimento de algún modo su salvación? ¿Me siento realmente sostenido por él?

Respondamos como podamos y quedémonos con el mensaje que nos deja el texto evangélico: la confianza en Jesús nos salva.

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