Decimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario
La confianza en Jesús nos salva
A algunas personas les entra cierto reparo cuando se enfrentan con relatos evangélicos como el de hoy. Se preguntan por la historicidad y no son capaces de salir de ahí. Hay una pregunta sencilla que nos podemos hacer: ¿qué es más difícil que Jesús hubiera andado sobre las aguas o que resucitara o que fuera hijo de Dios? ¿Qué rompe más las leyes físicas y hasta la argumentación metafísica? Cada uno que se lo responda.
Personalmente me parece que entrar en la discusión de la historicidad es absolutamente irrelevante para la vida del creyente y para la vida de la Iglesia, de las comunidades cristianas.
Más importante que preguntarnos por la historicidad del relato es que sintonicemos con la experiencia humana y creyente de los discípulos, que demos respuesta a las preguntas que nos pueden surgir de una lectura atenta con la mente y acogedora con el corazón de este relato evangélico.
La barca es la Iglesia, pero lo es la vida de cada cristiana y cada cristiano en la medida de que todos somos Iglesia. Por eso, me puedo preguntar:
¿Qué lugar ocupa Jesús en la travesía de mi vida?
¿Va en mi barca? Si lo hace, ¿en calidad de qué?
¿Cuántas veces he sospechado si lo que digo que es mi experiencia creyente no será más que un fantasma, creencia internalizada sin contenido real o fruto de mi imaginación?
Cuando siento mi vida zarandeada, interna o externamente, social o eclesialmente, ¿adónde o a quién acudo?
¿Cuánto me fío de la palabra de Jesús, que me dice “no temas” y cuánto le pongo a prueba pidiéndole una señal (porque no me atrevo a llamarlo milagro), aunque no sea más que andar sobre las aguas, para poderme sentir tan poderoso como él o para tenerlo a mi servicio y al de mis necesidades?
¿Cuántas veces digo que él es el centro de mi vida, mi roca, mi seguridad, mi… pero en el fondo sigo desconfiando y por eso me invade la inseguridad y el miedo a tantas cosas: enfermedad, soledad, ancianidad, pérdida de fortaleza, juicio, conflictos, futuro personal o institucional,…?
¿Cómo es la calidad de mi fe?
¿Realmente me fio de Dios? ¿Experimento de algún modo su salvación? ¿Me siento realmente sostenido por él?
Respondamos como podamos y quedémonos con el mensaje que nos deja el texto evangélico: la confianza en Jesús nos salva.