COMENTARIO a la PALABRA DOMINICAL – Anjelmaria Ipiña

Sexto Domingo del Tiempo Ordinario

Dar plenitud a la vida

Vivimos en una cultura de la imagen y del slogan. Las imágenes parece que no nos cansan. Cuantas más, y más rápidas, mejor. Al ser posible con efectos especiales. Con las palabras no nos pasa lo mismo. Las palabras nos cansan. Más si no vemos desde el principio claro el mensaje. Desconectamos. Preferimos el slogan. Ya lo rellenará de contenido cada uno. Ayer, por ejemplo, en la celebración del sacramento de la confirmación que se celebró en nuestro arciprestazgo, a los treces jóvenes que completaron su iniciación cristiana se les dio como tarea un slogan del Papa Francisco: “Jóvenes: sean callejeros de la fe”. Muchas y buenas fueron las palabras del señor obispo. Seguro que los que allí estuvimos nos damos por satisfechos si aquellos jóvenes asumen como reto el ser “callejeros de la fe”. Como sea. Los contenidos los tendrán que poner ellos en sus ambientes y circunstancias.
Vivimos en una cultura del slogan. Nada que ver con el pasaje evangélico que hemos escuchado hoy. Además de largo Si de cada sección sacáramos un slogan y tratáramos de traducirlo a nuestra situación concreta. Podríamos estar horas y horas.
Os recuerdo cómo comenzaba el pasaje del evangelio de hoy: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley”.
Al escuchar estas palabras nos puede dar la impresión de que nos encontramos frente a un integrista, empeñado en mantener las esencias de su religión. No estaríamos del todo equivocados, si al decir esto identificamos esencia con espíritu. Así es. Jesús, como vemos en los ejemplos que nos plantea a continuación, pone el acento en el espíritu más que en la letra, aunque una lectura superficial y parcial del evangelio pudiera llevarnos a pensar lo contrario.
Jesús nos invita a vivir según el espíritu de la Ley, no según su literalidad. ¿Por qué? San Pablo lo comprendió muy bien: la letra mata, el Espíritu vivifica.
La Ley le fue dada al pueblo elegido para que viviera en libertad, pero poco a poco se fueron apartando de su espíritu. A la Ley divina le añadieron normas humanas. La Ley quería ser fuente de libertad. Pero la libertad en muchas ocasiones nos da miedo. Por eso necesitamos y exigimos normas que nos den seguridad, que nos marquen claramente lo que está bien y lo que está mal, hasta dónde podemos ir o qué podemos dejar de hacer.
Jesús viene a recuperar el sentido primero de la Ley. Eso es llevarla a plenitud. Jesús viene a ayudarnos a descubrir el camino de la libertad interior, a ayudarnos a descubrir lo que nos humaniza. Incluso viene a ayudarnos a descubrir qué es lo que nos hace más humanos en relación con el prójimo. En casa, volved a releer el evangelio, cada uno de los ejemplos que nos presenta Jesús. ¡Qué diferente sería nuestra vida y nuestro mundo si nos atreviéramos a vivir el Evangelio!
No tenemos que olvidar que el pasaje que hemos leído hoy está en el contexto del Sermón de la Montaña, que va del capítulo 5 a 7 del evangelio de san Mateo. Empieza con las bienaventuranzas. Las teníamos que haber proclamado hace dos domingos, pero coincidió con la fiesta de la Presentación del Señor. No las proclamamos, pero nos las sabemos. Solemos decir, y es cierto, que las bienaventuranzas señalan el programa del Reino. No debemos olvidar otro detalle importante: nos señalan cómo debe ser el corazón del sujeto que debe llevar adelante ese programa.
La persona con corazón evangélico es la que se convierte en sal de la tierra y luz del mundo. Esas personas son testigos, más que maestras. No hacen nada especial. Viven desde dentro. Dan lo que han recibido. No producen ellas mismas la luz, la transparentan. Así de sencillo y así de complicado. No retener el don de Dios. Vivir desde lo que se nos ha dado.
Desde el corazón de las bienaventuranzas entendemos a Jesús que nos dice que no ha venido a abolir la Ley, sino a darle plenitud.
Sexto domingo del tiempo ordinarioDesde ahí entendemos que Jesús nos diga que no es suficiente con ser buenos escribas y fariseos. Que no vale con vivir constreñidos por normas religiosas, si es que ellas no llevan a un plus de vida.
No es suficiente con no matar, hay que buscar la reconciliación. Hay que buscarla consciente y activamente. Eso es válido para la vida personal y también la vida social, por lo menos desde la perspectiva del evangelio.
No se trata de no cometer adulterio o de no divorciarse, sino de que el amor sea la medida y el corrector de mi deseo.
Jesús no es un integrista. Ya lo hemos dicho al comienzo. Pero sí que es un radical. Radicaliza la apuesta por la libertad. Radicaliza la exigencia del amor. Radicaliza el compromiso con la justicia. Radicaliza la opción por la vida.
Hay un modelo que propone la letra: “se os dijo” y otro que propone el Espíritu: “pero yo os digo”. Se trata de escoger entre estos modelos. Como nos dice el sabio del Eclesiástico: “delante del hombre están muerte y vida, le darán lo que escoja”. Optar por Jesús es optar por la plenitud de la Ley, por dar plenitud a la vida.

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