Voluntarias SERSO San Viator en Jutiapa
Han pasado 3 meses desde que Nerea, Maitane, Alazne y yo, Saioa, 4 cooperantes vascas, aterrizamos en San Pedro Sula. Aquel momento estaba lleno de incertidumbre, alegría y expectación. Como si en una sauna nos encontráramos, un calor húmedo intenso penetró nuestra piel, haciéndonos conscientes de que ese era el primer contacto con las tierras hondureñas.
El viaje comenzó acogidas por el Padre Manolo; él vino a buscarnos. Durante el recorrido hasta la Parroquia de Jutiapa no cesábamos de observar. Mirábamos por las ventanillas tratando de buscar una razón a lo que nuestros ojos veían. Escuchábamos con atención todo lo que Manolo nos contaba. Nuestro corazón estaba abierto a cualquier acontecimiento, con absoluta disposición para vivir en el ahora.
En estos momentos se nos está haciendo difícil seguir viviendo en el presente, ya que en nuestras mentes la cuenta atrás ya ha empezado. Quedan unos 10 días para despedirnos y dejar esta tierra que tan bien nos ha acogido. Quedan unos 10 días para los agradecimientos y distanciarnos de las personas con las que hemos convivido en todo este tiempo. Helio, Lesmes, Ignacio, Víctor, José Luis y Manolo han sido nuestra familia, quienes nos han apoyado, arropado y aconsejado en este nuevo camino por el que hemos paseado. Con ellos hemos compartido momentos de paz y alegría.
Por otro lado, se encuentran los trabajadores y colaboradores de SERSO, quienes nos han enseñado su labor en los diferentes proyectos, han confiado en nosotras y han permitido que participemos en su día a día.
También añoraremos todas las comunidades que hemos podido visitar, todas esas personas con las que nos hemos podido comunicar y de las que hemos podido aprender. Han sido personas que nos han enseñado a vivir desde la paz, humildad, comunidad y lucha por el buen vivir de todos, suma kanyak.
Además, no olvidaremos la energía de todos y cada uno de los niños con los que hemos trabajado en la escuela San Viator. Tampoco borraremos de nuestras mentes las oraciones, reuniones, tutorías, clases y actividades compartidas con los docentes de la escuela. Esto nos ha servido para evolucionar como profesionales y como personas.
Por si esto fuera poco, recordaremos todas las almas con las que nos hemos encontrado en la Granja Penal y en Siloé, que luchan por un mejor porvenir.
Y qué decir de las compañías del día a día con las que hemos encontrado puntos de vista en común, visitado rincones espectaculares, bailado bachata y vivido momentos de amistad.
Como decía antes, aunque en este momento nuestra mente se encuentre entrelazado con pensamientos del pasado y futuro, esta experiencia vivida en Honduras estará presente por siempre en nuestros corazones.
Saioa Puebla