¡La comunidad viatoriana lo recuerda!
La visión fundadora del Padre Querbes y la misión de los catequistas de San Viator
En una de mis cartas circulares donde subrayaba el bicentenario del nacimiento de Luis Querbes, yo señalaba cuatro preocupaciones del Fundador que son muy significativas y que siguen siendo todavía de actualidad. Las recuerdo aquí brevemente.
1- La misión que el Padre Querbes confía a sus hermanos: anunciar a Jesucristo. Él no usa esta expresión, pero manifiesta la misma realidad con fórmulas equivalentes. Por ejemplo, escribe: “El catequista no debe descuidar ninguna oportunidad de evangelizar a Jesucristo”. Por eso fundó él una sociedad de catequistas: “Es muy importante justificar el nombre que nos distingue en la Iglesia”. ¿Hay, en el mundo actual una misión más imperativa que la de la evangelización a la que nos envía nuestro título de catequistas?
2- El padre Querbes quería una misión muy original, orientada principalmente a los jóvenes del campo, a los más abandonados. Después del Vaticano II se ha descubierto de una manera nueva esta exigencia fundamental hacia los pobres y los pequeños. El Papa Francisco lo ha convertido en una exigencia mayor de la Iglesia actual.
3- La espiritualidad del Padre Querbes ha privilegiado lo que está en el corazón de toda la vida cristiana. Ha centrado su vida espiritual y la de sus hijos en la Palabra de Dios, la Eucaristía y la liturgia. Su espiritualidad ha favorecido a la vez la dimensión contemplativa (la interioridad) y el compromiso apostólico como lo resume bien su divisa: “adorado y amado sea Jesús”
4- Su deseo de invitar a los laicos, casados o no, a la misión evangelizadora. Uno de sus pesares es el de no haber podido realizar hasta el final el poner en su lugar la rama laica de la Sociedad de los catequistas de San Viator. Ésta fue una de las intuiciones más innovadoras del Padre Querbes.
Yo quiero ahora insistir en la importancia de la misión que confía a los catequistas, es decir “evangelizar a Jesucristo”. “Sea cual sea la misión particular del Catequista (…) no debe descuidar ninguna ocasión de evangelizar a Jesucristo, sobre todo a los pobres, y de disipar en todas partes los prejuicios de la ignorancia y la irreligión” (Artículo 4 de los Estatutos) Se comprende por qué el padre Querbes insiste tanto en la misión del Catequista: el estado de descristianización de Francia en ese momento es muy preocupante. El hermano Robert Bonnafous, en una conferencia dada en Vourles en 1993, describe bien el estado de Francia en ese momento: “La época en que el proyecto querbesiano toma forma se sitúa en el punto culminante de la ebullición directamente surgida de la Revolución francesa (1789- 1799) (…). Francia sufre un vacío espiritual y religioso, alimentado por una fuerte corriente de pensamiento que imagina incluso un mundo sin referencia a Dios. (…) El país es consciente de su retraso cultural y de las serias deficiencias del sistema escolar”. En este contexto, se comprende bien la intención fundacional del Padre Querbes y la misión que asigna a los catequistas de San Viator.
Ignoro cuál es la situación de Francia en la actualidad, respecto a la fe cristiana y a la práctica religiosa. Lo mismo que la situación de los demás países donde trabajamos los c.s.v. Deseo simplemente hablar, en este sentido, de la provincia de Quebec (Canadá).
Trataré de comprender mejor la misión específica de los Viatores en la tierra de Quebec en este sentido. Para entrar en materia diré que la Iglesia institución vive, en Quebec, una gran dificultad. Normand Provencher, en su libro:”Demasiado tarde” escribe: “Ella (la Iglesia) agoniza”. En efecto dentro de 25 años no quedará gran cosa de la Iglesia de hoy, en su forma actual. Es fácil dar un diagnostico: se trata sencillamente de echar una mirada sobre la disminución del número de practicantes habituales, la incapacidad de suscitar vocaciones al sacerdocio o a la vida religiosa, la dificultad de reclutar catequistas laicos en el campo de la educación de la fe o de la formación a la vida cristiana, etc. La mayoría de los creyentes no frecuenta ya las iglesias. Los ritos cristianos no responden ya a las expectativas de la gente. Es el fin de un tipo de Iglesia. Estamos a punto de pasar página.
El gran desafío de la comunidad de los viatores de Quebec, es el de colaborar activamente y edificar la Iglesia de otra manera. ¿Cómo encontrar nuevos caminos y nuevos lugares para vivir allí el evangelio? Para ello será necesario poner en práctica mucha imaginación, creatividad y audacia. Y ponerse resueltamente a la escucha del Espíritu que ya está trabajando, y no solamente al interno de la estructura institucional. ¿Podremos colaborar a encontrar una manera nueva de hacer Iglesia que sea significativa para el mundo de hoy y de aquí, especialmente para los jóvenes? Eso forma parte de nuestra misión primera, o sea la de suscitar comunidades donde la fe es vivida, profundizada y celebrada” (Constitución, art. 8) Pues el Evangelio es siempre apto para hacer brotar nuevas formas de comunidades eclesiales, como lo muestran las comunidades primitivas según el libro de los Hechos de los apóstoles.
Yo soy quizá idealista, pero pienso que la re-evangelización se hará sobre todo a partir de pequeñas comunidades o células eclesiales donde la gente se compromete a reunirse en nombre de Jesús, a escuchar juntos la Palabra de Dios, a compartir las alegrías y los sufrimientos de la vida, a ayudarse mutuamente, a dialogar sobre los problemas de la sociedad actual, a abrirse plenamente a la gente del medio en que viven y a sus preocupaciones. Me parece que nuestras comunidades viatorianas locales, compuestas de religiosos y asociados (as) son llamadas en primer lugar a convertirse en verdaderas pequeñas células eclesiales capaces de dar el gusto del evangelio a los y las que les rodean.
El gran desafío de las pequeñas comunidades eclesiales es su capacidad de ser Buena Noticia en sus medios, y también su audacia para volver a proclamar el Evangelio con palabras nuevas, y a interpretarlo para que sea una Buena Noticia que dinamice la vida concreta de la gente. ¿Hay tantos creyentes en el exterior de la institución, somos nosotros capaces de ser agrupadores en el interior de nuestras comunidades o en las redes de creyentes autónomos? O ¿incluso en movimientos, grupos o reuniones? Actualmente hay una necesidad enorme de personas capaces agrupar de comunidades capaces de tomar la iniciativa de reunir gente en búsqueda de grupos o comunidades significativas. Porque los cristianos están actualmente dispersos y pronto serán una minoría en la sociedad pluralista de mañana. Para los Viatores, ser catequistas, es en primer lugar ser creadores de comunidades de fe.
El Espíritu está a punto de suscitar entre nosotros un nuevo tipo de Iglesia. Muchos signos apuntan en esa dirección. Un sociólogo de aquí, Raymon Lemieux, hacía notar que nunca, en el pasado, ha habido tantos laicos y grupos que, en nombre de su fe, militan abiertamente por la justicia social, el cuidado de la creación, la igualdad de la mujer en la sociedad y en la Iglesia, etc. Son tantos practicantes de la caridad y la justicia en nombre del Reino” un nuevo modelo de Iglesia está a punto de germinar en Quebec. La Iglesia del mañana está a punto de nacer. Los viatores no están ciertamente ausentes de este movimiento del Espíritu en el trabajo de la edificación de la Iglesia de Cristo: Pensemos en el trabajo de la educación y la evangelización de los jóvenes en nuestros dos colegios y en los movimientos como el S.P.V. y los campos de futuro, en obras como la Casa de la fe y el servicio catequético viatoriano, etc. Nosotros somos ya colaboradores del Espíritu en la edificación de la Iglesia del mañana. Pero es necesario sin duda ir todavía más allá como comunidades de fe.
Nosotros estamos llamados a convertirnos en una fuerza profética en misión de evangelización allí donde se juega el futuro de la sociedad y de la Iglesia. Como cristianos y cristianas en una iglesia minoritaria en medio de una sociedad secularizada y pluralista, estamos invitados a ser cada vez más conscientes del tesoro evangélico que llevamos.
Como los primeros discípulos en la Iglesia primitiva, tendremos necesidad de pertenecer a comunidades locales significativas para reforzar juntos nuestras razones de creer y de esperar y convertirnos así en lugares de interioridad y de misión. En este sentido, nuestra vida fraterna en pequeño grupo será cada vez más un lugar de apoyo, de compartir evangélico y de comunión al servicio de la Buena Noticia que se ha de proponer. Desde el punto de vista de la misión, la cuestión primordial será la de preguntarse cómo dar el gusto por el evangelio a los y las que nos ven vivir y actuar. Y también, ¿cómo acompañarles en experiencias de fe compartida y de compromiso apostólico?, ¿Cómo hacer soñar a los jóvenes y los menos jóvenes con proyectos creadores de vida y de esperanza? Proyectos sorprendentes que tendrán formas diferentes pero que será alimentados por una misma savia evangélica.
Nosotros seremos también llamados a formar comunidades de pasión, que defienden al débil y al excluido, comunidades de libertad que no se dejan captar por las potencias del mundo. Para ser signos de vida, nuestras comunidades deben ser solidarias con los empobrecidos y en vinculación con las fuerzas de cambio y de contestación de situaciones de exclusión y de desigualdad inaceptables. A veces, nuestros proyectos irán contra corriente de la cultura dominante como, por otra parte, han sido el proyecto y la práctica de Jesús. A la luz del evangelio daremos un aire nuevo a nuestras comunidades locales para que ellas lleguen a ser más significativas para la cultura contemporánea y más misioneras en nuestro compromiso en el mundo. Entonces tendremos una posibilidad de llegar a ser una fuerza profética al servicio de la evangelización.