COMENTARIO a la PALABRA DOMINICAL – Anjelmaria Ipiña

Sexta Semana del Tiempo Ordinario

Más allá de las palabras

“No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley”.

Así es como comienza el evangelio de hoy en su “versión larga”. Al escucharlo nos puede dar la impresión de que nos encontramos ante un fundamentalista. Sin embargo, por este mismo texto evangélico y por el conjunto de la vida de Jesús, sabemos que Jesús fue lo menos parecido a un fundamentalista. El “dar plenitud” del que habla Jesús es la plenitud de vida, que era la intención de la Ley, antes de que fuera interpretada de una manera determinada.

Podemos manipular los textos de la Sagrada Escritura, cómo podemos manipular la lectura que hacemos sobre la realidad, en función de intereses propios o de grupo. A las Sagradas Escrituras, lo mismo que a la realidad, podemos hacerles decir, incluso callar, lo que nos interesa. Da lo mismo que cojamos frases sueltas o pasajes enteros.

Sin ir más lejos, en la propuesta que nos hace la liturgia de hoy podríamos haber suprimido este comienzo del Evangelio y haber optado por la “versión corta”, comenzado unos versículos después: “Os lo aseguro: si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Así nos habríamos ahorrado el sacarnos ojos, cortarnos las manos,… De suyo, son tres los temas que no se pueden suprimir: el de la fraternidad, el de la relación de pareja y el de jurar.

Centrándonos sólo en esos tres temas, podemos observar que se pone el acento más en el Espíritu que en la letra. El evangelio de hoy es una invitación a vivir según el espíritu de la Ley, no según su literalidad, porque como muy bien entendió san Pablo, la letra mata, el Espíritu vivifica. Utilizamos Espíritu con mayúscula para que nos quede claro que nos referimos al Espíritu que guio la vida de Jesús.

evangelio-del-sexto-domingo-del-tiempo-ordinarioAhora bien, hemos de reconocer que vivir según el Espíritu es más complicado que vivir según la letra de la Ley, porque implica una actitud de apertura, de búsqueda y también el riesgo de equivocarse. Los religiosos mayores de nuestra Congregación sabían, y saben, muy bien aquello de que “el que obedece no se equivoca”. ¡En cuántas ocasiones nos gustaría que fueran otros los que eligieran por nosotros! Que eligieran y que nos dijeran lo que tenemos que hacer. En caso de ser una decisión errónea, ya sabríamos a quién responsabilizar de la misma.

Querer vivir según el Espíritu es optar por la libertad. La libertad siempre da un poco de miedo porque va acompañada de la responsabilidad. La libertad está hecha de elecciones y, por tanto, de renuncias. Es entrar en la dinámica que nos sugería el libro del Eclesiástico: “…ante ti están puestos fuego y agua: echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja”. Se nos da elegir entre la (letra de la) Ley y el Espíritu (de la Ley).

El evangelio de hoy nos invita a vivir según el Espíritu de la Ley. Es lo que quiere recuperar Jesús cuando nos dice “habéis oído… pero yo os digo”; “está mandado… pero yo os digo”. Jesús quiere volver a las raíces, al objetivo que tenía la Ley cuando fue dada al pueblo elegido. La Ley estaba al servicio de la libertad y de la vida de la persona.

Al decirles “habéis oído… pero yo os digo” Jesús espera que sus oyentes no se acomoden a la letra, a las interpretaciones que se han ido haciendo y que con el paso del tiempo han oscurecido su objetivo primero. Jesús quiere que sus oyentes se dejen guiar por el Espíritu que inspiró a la Ley.

Por eso, Jesús va a subrayar que:

  • No es suficiente con ser buenos escribas y fariseos. Buenos cumplidores de la ley. Hay que dar un paso más. Ver a la persona más allá de la ley.
  • No es suficiente con no matar… hay que buscar la reconciliación, buscarla consciente y activamente, sea en la relaciones interpersonales sea en el ámbito social.
  • No se trata de no cometer adulterio o de no divorciarse… sino de buscar los caminos que hagan posible la vivencia del amor, y que sea el amor la medida y el corrector del deseo.
  • No hay que jurar por el Cielo para tratar de ocultar nuestra falta de responsabilidad con las cosas de la tierra.

Optar por vivir según el Espíritu del evangelio no es fácil. Es optar por complicarse un poco la vida, pero con la seguridad de que es así, viviendo la vida en libertad, como se alcance una vida plena. Vivir según el Espíritu del evangelio es ir más allá de las palabras.

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