COMENTARIO a la PALABRA DOMINICAL – Anjelmaria Ipiña

Domingo de Resurrección

El sueño de Dios cumplido en Jesús

Iba todo tan bien en la vida de Jesús: salían de sus labios palabras de consuelo y propuestas de fraternidad…  porque Dios estaba con él. Iba todo según el sueño de Dios.

Iba todo tan bien en la vida de Jesús: pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo. Salían de sus manos obras de liberación que expresaban la ternura de Dios… porque Dios estaba con él. Iba todo según el sueño de Dios.

Iba todo tan bien en la vida de Jesús. Sus labios pronunciaban la invitación a hacer del amor la actitud fundamental de nuestra vida. Su testimonio, su vida hecha servicio hasta el último momento, invitaba a hacer la aventura de comprometerse en un nuevo estilo de vida, el inaugurado por él. El amor hecho servicio invitaba a soñar como Jesús soñó (que otro mundo era posible, al que él llamaba el reino)… porque Dios estaba con él. El sueño de Jesús coincidía con el sueño de Dios.

Iba todo tan bien en la vida de Jesús, que todo en él se les hacía insoportable: sus palabras, sus gestos, sus opciones, su sentir que Dios estaba con él,… Iba todo tan bien que lo mataron colgándolo de un madero. En aquel madero quisieron dejar hecho trizas el sueño de Jesús, el sueño de Dios.

Y Dios, que estaba con él, que tantas veces había proclamado: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto, escuchadle”… desde la tarde del viernes santo guardó silencio. Había quemado su último cartucho en el intento de hacer ver a sus hijas e hijos cuál era su sueño sobre la Historia.

Dios guardó silencio, entristecido por el destino final del Hijo amado: quisieron romper su sueño. Dios guardó silencio, horrorizado por lo que eran, somos, capaces de hacer las criaturas salidas de sus manos: torturaron, trituraron y rompieron su sueño.

Domingo de ResurreccionDios guardó silencio… como Jesús cuando le presentaron a la mujer sorprendida en adulterio. Dios guardó silencio. Le pusieron en un callejón sin salida: optar entre la vida de la víctima o la muerte de los victimarios. Esto último es lo que pedía la justicia humana, pero no la divina.

Dios guardó silencio. Finalmente, horas interminables, olvidándose de la justicia humana, pronunció sentencia. Sólo necesitó una palabra: ¡¡VIVE!!… Dios, ayer y hoy, en el momento de la creación como al final de la historia, opta por la vida. Es la única manera de ver su sueño cumplido. Restaura a la víctima y espera, pacientemente, que los victimarios nos pongamos en camino de conversión, en trance de resurrección.

Esa fue la sentencia de Dios pronunciada sobre la Cruz de Jesús: ¡VIVE!… y desde entonces todas y todos estamos amenazados de resurrección. ¡Cuánto cambiarían nuestras vidas si realmente creyéramos que estamos amenazados de resurrección.

La resurrec­ción es un proceso que no se reduce al momento posterior a la muerte o al final de los tiempos. Resucitar comporta vivir optando por la vida, por el amor hecho servicio.

Pedro Casaldáliga, poeta y profeta, místico y obispo, ya acompañado por el Parkinson, expresa así su fe en la resurrección:

“Porque resucitaré debo ir resuci­tando y provocando resurrección…

a cada acto de fe en la resurrec­ción

debo responder con un acto de justicia, de servicio, de solidari­dad, de amor.

Nadie puede profesar honestamente su fe en otra vida, resuci­tada,

si no profesa verdad, justicia y libertad en esta vida,

dentro del tiempo convulso de nuestra caducidad.

Para llegar a vivir el Nuevo Cielo y la Tierra Nueva

Tenemos que ir renovando radicalmente este cielo tantas veces opaco

y esta tierra tan violada”.

El sueño de Jesús, el amor hecho servicio, tiene futuro. Ha sido garantizado por Dios. Estamos invitados a atrevernos a soñar como Él soñó. Con la resurrección todos los sueños de la Humanidad se ven cumplidos en Jesús. Con la resurrección el sueño de Dios se ha cumplido en Jesús.

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