Josemari Legarreta 2016-03

¡RESUCITADOS, EN LA CÁRCEL!

Dos asesinos roban el cielo: Uno en París

No sé en qué lectura de cuaresma me salió el nombre de Jacques Fesch. Y creo que se anunciaba con el título de un libro: “Del cadalso al cielo”. Me puse a dar cuerpo a la noticia.

jacques feschSe trataba de un joven francés de familia bastante acomodada, caprichoso y voluble que no siguió los moldes familiares. Se emparejó y tuvo una niña, luego se separa y se echa nueva pareja. Se empeña en hacerse con una embarcación y atraca a un colector de oro… Perseguido, huye y, en la huida, dispara hacia atrás y mata al agente que le persigue. En la cárcel, recobra la fe, reconoce a su primera mujer y a su hijita; cambia completamente su vida. Escribe un diario que  lo dejará para su hija. La última frase que escribe en él es: “Dentro de 5 horas veré a Jesús”. Tiene 27 años cuando es guillotinado.

Se publicó un libro con esas palabras finales de su diario. También leo que hay otro libro sobre él: “L’histoire du bon larron moderne”. Y se divulga su santidad. En 1987, el mismo Cardenal de París, Jean-Marie Lustiger, abre una investigación seria que lleve a un proceso de beatificación.

…Otro en Vitoria-Gasteiz

Y salta una luz en mi interior. Ahí entre los papeles tengo tres sobres ya descoloridos. Los sellos son de 60 céntimos. Y vienen de la cárcel de Vitoria que estaba cerca de nuestro Colegio San José, en la acera de enfrente.

Yo estaba en Sopuerta, junior o seminarista. Era en febrero de 1953. No había cumplido los 16 años. Algunos días venía a Sopuerta, a echar una mano, el hermano Francisco Ros. El padre de Francisco estaba de empleado en la cárcel de Vitoria. Nos dijo cómo un preso, que tenía sentencia de muerte, agradecería mucho alguna carta que le pudiéramos escribir.

juan jose trespalaciosSe trataba de Juan José Trespalacios. Luego me enteré de más datos. Se escribió que era un zapatero de Sodupe, aunque yo había oído que era de Respaldiza. Le habían acusado de haber robado una vaca. Y en una mañana de marzo de 1951, en una cuadra de Añes, en el Valle de Ayala, mató a tres hermanos.

Un compañero del curso anterior y yo le escribimos la primera carta. Creo que le dimos una gran alegría. Nos contestó pronto. Él ya tenía asimilada la sentencia a muerte. Nos decía: “No pueden darse cuenta lo que siento por ustedes, si es que se puede aumentar en este mundo mi felicidad, la han aumentado con sus cartas amorosas…”.  Y nos promete una poesía. Trascribo parte de ella. Es una buena meditación-oración en este Tiempo.

Jesús que en la cruz enarbolado

sobre el mundo extiendes tu mirada;

y un pecho de Dios enamorado

gime por las almas extraviadas.

Jesús que con tiernas efusiones

derramas de tu amor las llamaradas

y brotando de tus labios los perdones manifiestas la sed en que te abrasas.

Jesús que del cielo abandonado

con acento de angustia a tu Padre llamas

y exhalando el último suspiro

muestras tu pecho abierto por la lanza.

(siguen 24 versos más; y termina así)

Y, si por mis crímenes horrendos,

segara mi vida la justicia humana,

yo, nuevo “ladrón” arrepentido,

vuelta a ti confiada mi mirada,

te pido doliente, compungido,

que en mi ansiado Edén, tu Paraíso,

me reserves la última morada.

Se pueden emparejar las fotos de Jacques, arriba, y de Juan José.

Entre febrero y marzo nos escribimos unas tres veces. En la cárcel llevaba una verdadera vida de monje. Misa y comunión diarias, las tres partes del santo Rosario, via-crucis, lecturas, meditación… “todo esto es un poco de lo que hago… Estoy solito en la celda, digo solito humanamente, porque estoy con mi buen Jesús y mi dulce Madre del cielo. Mi humilde celda es muy limpia y ventilada, la preside un pequeño crucifijo con su peana y una estampita de la Inmaculada…”

Su primera prisión estuvo en Amurrio donde ya le visitó un sacerdote Terciario Capuchino, y, arrepentido se confesó. Durante los dos años y tres meses en Vitoria, el que le atendió fue el capellán, D. Primitivo Ibáñez Argote. Este escribió un libro con el título: “Yo vi ejecutar al buen ladrón del siglo XX”. Lo tengo que leer.

Juan José Trespalacios fue ejecutado el 13 de junio de 1953. Muerte por “garrote vil”. Sí he leído que el verdugo no quiso seguir en ese “oficio”. Dimitió y le castigaron. Luego se suicidó en 1970.

Juan José había escrito al Papa Pío XII pidiendo indulgencia plenaria para la hora de su muerte. Él mismo redactó su “recordatorio”. Yo Juan José Trespalacios dentro de breves momentos he de comparecer en la presencia de Dios. Rogad por mi alma, en cuanto la haya entregado al Señor, y perdonadme, los que aquí quedáis, mis desvaríos, causa de mi muerte… (Sigue párrafo largo de recuerdo y agradecimiento)

Sólo guardo las cartas de 4 ó 5 personas. Cuánto me alegro de que la historia del ajusticiado francés me haya resucitado esta historia de hace 63 años. Y en este tiempo de conversión-resurrección.

Una vida de oración, silencio y sufrimiento

Casi ha estado dos meses en el Hospital de Basurto. Al final se ha apagado su vida en el silencio de la habitación 203 del Pabellón Jado. Sor María Begoña de la Mata era religiosa Concepcionista, de clausura. Los dos habíamos vivido en el mismo barrio de Uribarri, en Basauri. Los dos éramos de los primeros meses de 1937. Su padre no llegó a conocerle. Murió al comenzar la guerra, en 1936. Eran cuatro chicas y un chico, Norberto, que también ha fallecido hace poco. Yo trataba más con éste; fuimos alumnos del Colegio San José, y para mí era como un modelo; yo quería ser como él.

Sor Begoña, con un peso de 35 kilos, había pasado infinidad de veces por el Hospital. “De esta no salgo”, me había dicho. Dos días antes de la muerte, vi que iba a tener razón, pero la doctora, que encontré en el pasillo, no lo creía. “Sale, sale, verán como sí”.

Durante su última estancia, habrán pasado unas  diez enfermas en la cama vecina. Todas ellas y las enfermeras se han quedado con la paz, bondad y sencillez de mi amiga concepcionista.

Como no iba a poder estar en el funeral del sábado pasado, visité a la Comunidad de Concepcionistas el viernes. El convento está más arriba de las calles San Francisco y Las Cortes, de Bilbao. Pasé una hora de edificación. Sí, me reforzaron el interior por su alegría y esperanza. Ahora quedan ocho religiosas. Tres de ellas, en silla de ruedas.

Veo una foto de la comunidad en 1961. Son 33 rostros sonrientes. En esos años, dos grupos de la comunidad salieron a Lima a reforzar conventos de allí.

Una de las monjas, Caridad, o María Ángeles antes de los votos, recuerda cómo cuando ella tenía 5 años, subió al convento a ver cómo ardía. Era el 20 de julio de 1936. Las monjas no ardieron porque hubo corazones espantados de lo que pasaba y les sacaron por un boquete hecho en el muro de la huerta. Antes, ya habían comulgado las hostias del sagrario. Durante años, las exclaustradas vivieron en Lezama, Mungia y Bakio, en casas prestadas por amigos.

Una vida de compromiso y fidelidad

El 20 de febrero falleció el jesuita Fernando Cardenal. Él, con su hermano Ernesto, sacerdote y poeta, y otros dos sacerdotes, fueron ministros en Nicaragua, en el Régimen Sandinista, al derrocar a Anastasio Somoza. A los cuatro, en 1984, Juan Pablo II les obligó a dejar el sacerdocio si no renunciaban al cargo político. Su conciencia les pedía estar con el pueblo. En carta que Fernando escribió a sus amigos les decía: “Estaría cayendo en un grave pecado si abandonara mi sacerdocio para los más pobres y mi trabajo por la Revolución Popular Sandinista”.

fernando cardenalFernando fue Ministro de Educación. Se propuso alfabetizar al pueblo. Lanzó unos 60.000 jóvenes a los pueblos de las montañas a enseñar a leer y escribir. Se redujo el analfabetismo del 56% al 12%.

Había pedido a la Compañía que le dejasen vivir en una habitación del “convento”, porque quería guardar el voto de castidad. En 1990, Hans Kolvenbach lo volvió a admitir en la Compañía. En 1995 se volvió crítico de la dirección que tomaba el Sandinismo. El Papa Francisco derogó la suspensión “a divinis” de los cuatro el 4 de agosto de 2014.

Abriéndonos a la Pascua, un abrazo fuerte.

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