EL RIESGO Y EL AMOR
Anoche, Señor, hablaba contigo del miedo al Camino desconocido, boscoso… al camino que puede llevar al Calvario, como a Ti te llevó…
Esta noche quiero continuar nuestra charla, nuestro diálogo… porque sé que, aunque yo sólo hable externamente, Tú me escuchas y me respondes
en silencio…
Y es que, Señor, esta tarde hojeando una revista, me he detenido delante de una foto muy curiosa…
Un hombre, sin duda loco (eso he pensado en un primer instante) hacía un deporte loco… Se echaba desde un puente al vacío atada su cintura a una cuerda elástica. Antes de llegar al suelo, su cuerpo remontaba para quedar suspendido en el aire…
¡Hace falta una buena dosis de valentía e incluso algo de locura, Señor, para practicar este deporte…!
Además, tenía que pagar por lanzarse puente abajo…
Nosotros tenemos mucho miedo de Ti…
Nos cuesta creer que tu cuerda es eficaz…
Nos cuesta creer que tu paracaídas se va a abrir en el momento oportuno… Por eso, nosotros no nos atrevemos a saltar.
Y nos quedamos, por la misma razón, a la orilla de tu mar. ¡Tenemos miedo! ¡Te tenemos miedo…!
Esto quiere decir que no confiamos en Ti, que nos falta fe en Ti… Y de no confiar en Ti a no amarte… ¡no existe más que un paso!
Un amante que desconfía de su amada… ¿es de verdad un amante?
Sí, sí, te gritamos en nuestras oraciones
que te queremos,
que te amamos,
que queremos hacer todo lo que nos pidas,
que estamos dispuestos para tu servicio,
que puedes pedirnos lo que quieras…
Pero cuando la dificultad se presenta, en el momento de nuestra decisión… encontramos siempre argumentos —los más sabios y convincentes— para continuar haciendo nuestra voluntad.
¡Oh, Señor, cuántos «que se haga tu voluntad» perfectamente inútiles! En realidad, no confiamos en Ti. ¡Se está tan bien tranquilos en la orilla…! No queremos ser como niños que ponen toda su confianza en su padre, convencidos de que él les ama.
Nosotros somos expertos en cálculo, Señor.
Es preciso medir los riesgos, hay que ser prudentes, ¡qué menos!
No es cuestión de hacer locuras.
Decimos, pensamos todo esto pero, en el fondo,
no te amamos lo suficiente.
Ya ves… una vez más me doy cuenta
de nuestra incapacidad de confiar, de amar…
Una vez más me excuso:
¡Soy especialista en encontrar excusas!
Una vez más, te pido perdón
y te prometo no ser tan prudente
sino algo más atrevido, temerario…
porque, en el fondo, estoy convencido
de que es en el riesgo
en donde reside el amor…
Buenas noches, Señor.