Segundo Domingo de Adviento
Acoge la misericordia en la historia
El Evangelio de Jesús no se presta fácilmente a espiritualidades vaporosas, sean centradas en el propio ombligo sean situadas en el séptimo cielo. Su lugar teofánico es la historia. Dios se manifiesta en el corazón de la historia. El pasaje evangélico que se proclama el 2º domingo de adviento del ciclo C es un ejemplo claro de ello:
“En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto”.
El texto nos puede llevar a confusión, ya que aparecen los grandes de la tierra. Pudiera parecer que ellos fueran los destinatarios primeros y principales de la Palabra de Dios, Al fin y al cabo, ellos tenían medios más adecuados y poderosos, fueran políticos o religiosos, para instaurar el proyecto de Dios. Y, sin embargo, en ninguno de ellos se fijó nuestro Dios, sino en un hombre aparentemente sin importancia, Juan, un pobre profeta que predicaba un bautismo de conversión para el perdón de los pecados.
Aparecen nombres de lugares importantes, asociados a nombres y cargos importantes. Sin embargo, la Palabra de Dios era proclamada en un lugar aparentemente sin importancia, a la orilla del Jordán.
Sin estridencias, en lo aparentemente sin importancia es donde se quiere revelar nuestro Dios. En lo aparentemente sin importancia es donde se va desarrollando nuestra historia, donde vamos construyendo nuestra existencia.
En lo aparentemente sin importancia que se va tejiendo en el día a día, con sus penas y tristezas, con sus gozos y esperanzas, con sus logros y frustraciones de cada día… es donde vamos haciendo la aventura de ser felices y de hacer felices a los demás. Es en lo aparentemente sin importancia de cada día donde acogemos la misericordia de Dios. Es en lo aparentemente sin importancia de cada día donde los creyentes tratamos de vivir el Evangelio, a la vez que se lo proclamamos a los demás.
Tenemos que recordarnos que, como la vida de un personaje aparentemente sin importancia, la de Juan, el hijo de Zacarías, un mudo que representaba al pueblo sometido al silencio, nuestra vida de cada día, aparentemente sin importancia, habla, y puede ser testimonio de evangelio y de la misericordia de Dios.
Tenemos que recordarnos que, como la vida de un personaje aparentemente sin importancia, la de Juan, el hijo de Isabel, una estéril que representaba la incapacidad de la vida para abrirse camino, nuestra vida de cada día, aparentemente sin importancia, no es estéril, sino que puede dar a luz la misericordia de Dios.
El adviento es un tiempo propicio para estar atentos a lo aparentemente sin importancia de cada día. El adviento es un tiempo propicio para acogernos a nosotros mismos, acoger nuestra propia historia, aparentemente sin importancia, junto con la historia, también aparentemente sin importancia, de las gentes con las que nos relacionamos cada día. El adviento es un tiempo propicio para abrirnos y acoger la misericordia de Dios.
El adviento es tiempo propicio, para escuchar, entre tantos ruidos aparentemente sin importancia, la voz que nos dice “preparad el camino al Señor”. Preparad el camino al Señor. Preparaos para acoger su misericordia. Este es el lema que se escogido en nuestro arciprestazgo (de Vitoria-Gasteiz): “Acoge la misericordia”.
El adviento es un tiempo propicio para acoger nuestra propia historia, aparentemente sin importancia, junto a la Historia compleja y complicada que hoy está viviendo la Humanidad, porque Dios ha querido manifestar su misericordia en la historia.
También hoy, 6 de diciembre de 2015 después de Cristo, siendo Ban Ki-Moon secretario general de Naciones Unidas, y Sean-Colau Buncker, presidente de la Comisión Europea, y Mariano Rajoy presidente de España, Iñigo Urkullu lehendakari del Gobierno Vasco, bajo el pontificado del Papa Francisco, siendo Miguel Asurmendi obispo de Vitoria… podemos acoger la misericordia de Dios en la historia.