COMENTARIO a la PALABRA DOMINICAL – Anjelmaria Ipiña

Primer Domingo de Adviento

Alzad la cabeza… para acoger la misericordia de Dios

Comenzamos un nuevo año litúrgico. Una nueva oportunidad para renovar nuestro deseo  de seguir a Jesús. Renovar nuestro deseo, porque conocemos nuestra fragilidad y sabemos con que facilidad se nos embota la mente y seguimos otros caminos diferentes al del Evangelio.

Comenzamos un nuevo año litúrgico. Aunque el pesimismo nos lleve a preguntarnos si realmente nos aportará algo nuevo, si nuestros modos de vivir y funcionar, tan antiguos y tan enraizados en nosotros, no nos impedirán cualquier intento de cambio. El nuevo año litúrgico será realmente nuevo en la medida en que lo queramos acoger.

Comenzamos un nuevo año litúrgico. Aunque nos empeñemos en pensar lo contrario, no va a ser más de lo mismo. Va a estar marcado por el Año jubilar de la misericordia convocado por el Papa Francisco con el lema: “Misericordiosos como el Padre”. Si toda la Iglesia se pone en dinámica de misericordia, seguro que a ti y a mí algo nos alcanzará y algo nos transformará… si la queremos acoger.

Comenzamos un nuevo año litúrgico.  Lo recorreremos de la mano del evangelio de san Lucas, el evangelista de la misericordia. Misericordia que alcanza a los perdidos (sean monedas, ovejas o hijos) y a los heridos en el camino de la vida. Misericordia que nos alcanza a ti y a mí… si la queremos acoger.

Sí, si la queremos acoger. En la acogida ponemos en juego nuestra libertad. La acogida es el modo de colaborar con lo que Dios quiere hacer en nosotros, pero no sin nosotros. “Dios ya ha dado todo de sí mismo, por siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio”. Él ya ha hecho su parte, ahora nos toca a nosotros, a ti y a mí,… acoger su misericordia.

Primer Domingo de AdvientoEn ocasiones nos cuesta acoger la misericordia porque estamos demasiado encorvados sobre nosotros mismos. Encorvados sobre nuestra propia fragilidad, debilidad y pecado. Encorvados sobre nuestra incoherencia. Encorvados sobre nuestro protagonismo. El evangelio nos dice enérgicamente: “Alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación”. Alzad la cabeza, para abrir el corazón, para poder contemplar a Dios, que nos habita y nos transciende.

Alzad la cabeza, para que podamos, como nos recuerda el Papa Francisco en la Bula del Jubileo de la Misericordia: “…realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos. En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo”. ¡Casi nada! Acoger la misericordia para poder comunicarla.

Alzad la cabeza, para abrir el corazón…y acoger la misericordia. Ocupados como estamos en nuestras propias necesidades somos incapaces de percibir las necesidades de los demás. Este fin de semana ha había una gran campaña de recogida de diferentes productos para el Banco de Alimentos. No estamos en condiciones de hacer todavía balance. Pero sí se puede constatar un hecho: ha costado más que en años anteriores encontrar personas voluntarias que se sumaran a la campaña. ¿Cansados de hacer beneficencia ante la insensibilidad de los poderes públicos que tendrían que garantizar que nadie se viera obligado a mendigar para poder sobrevivir? ¿Síntoma de que estamos superando la crisis económica y, por lo tanto, despreocupación por el otro? Algunas personas, pocas, preguntando, “¿esto es para los de aquí o para los de fuera?” Invitación del evangelio: “Alzad la cabeza”… Todos, o nadie, somos “de aquí”. Nadie, o todos, somos “de fuera”. Las personas voluntarias, en medio de sus necesidades, han sido capaces de alzar la cabeza y, curiosamente, han podido experimentar que es un modo de acoger la misericordia.

Alzad la cabeza, para abrir el corazón… y acoger la misericordia. Ocupados como estamos en constatar nuestras propias debilidades somos incapaces de percibir la fortaleza que nos puede venir de los demás. Ahora me centro en el ámbito eclesial y en la pastoral con jóvenes. Constatamos, así lo hacíamos hace un par de días en el equipo de la delegación de pastoral con jóvenes de la diócesis, las dificultades que tenemos para sumar, aunque sea desde la debilidad, en proyectos comunes. Test de verificación: la convocatoria del día siguiente: celebración de adviento para jóvenes de parroquias, colegios, movimientos… A estas alturas ya no cuentan la cantidad (reconociendo que convocar a 70 jóvenes es poco), sino la calidad (y esta era muy alta por lo que pudimos compartir en el encuentro orante). El problema no es el número jóvenes que respondieron, sino la dificultad que tenemos los adultos -catequistas, animadores, monitores o acompañantes de jóvenes- para salir de nosotros mismos, de nuestro ámbito, de nuestra organización, de nuestra zona de confort… Dificultad para alzar la cabeza… y acoger la misericordia que se experimenta en la misión en comunión.

Alzad la cabeza, nos dice Jesús, se acerca vuestra liberación. Alzad la cabeza… para acoger la misericordia de Dios.

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