COMENTARIO a la PALABRA DOMINICAL – Anjelmaria Ipiña

Vigesimosegundo Domingo del Tiempo Ordinario

Jesús nos invita a vivir en verdad

En el Hemisferio norte estamos finalizando las vacaciones. Poco a poco vamos regresando a la “vida normal”. También la liturgia regresa al “evangelio normal” del tiempo ordinario del ciclo B: el de san Marcos.

Después de haber estado meditando durante unos cuantos domingos sobre el capítulo 6 de san Juan, el llamado “discurso del Pan de Vida”, hoy san Marcos nos presenta a un Jesús beligerante: la controversia de Jesús con escribas y fariseos a cuenta de algunas tradiciones que se habían ido imponiendo entre los judíos. Jesús les tiene que ayudar a resituarse frente a unas tradiciones, humanas muy humanas, que habían sido puestas a la misma altura de la Ley de Moisés.

Sabemos de la importancia que tienen las purificaciones rituales en muchas religiones. Entre nosotros lo podemos ver, por ejemplo, entre los musulmanes. El catolicismo no ha estado exento de tradiciones vinculadas a lo religioso que poco tenían que ver con el espíritu del Evangelio.

En sí mismas, muchas de estas prescripciones son buenas. ¿Quién puede negar que no sea bueno lavarse las manos antes de comer? Evita muchas enfermedades. Aunque hoy haya pediatras y médicos generalistas que afirman que un exceso de higiene en la infancia tampoco es sano, ya que no permite al organismo generar anticuerpos naturales. ¿Quién puede negar que no sea buena la circuncisión en aquellas zonas en las que el acceso a la higiene personal es dificultoso? Previene muchas infecciones en el varón. Tema diferente es la ablación femenina a la que fueron sometidas recientemente cuatro niñas de nuestra ciudad (Vitoria-Gasteiz), al ir de vacaciones al país de origen de su padre y de su madre.

Siendo buenas algunas de estas “recomendaciones” (por ejemplo: observar medidas higiénicas), somos testarudos. Así que para asegurar su cumplimiento, no hay nada como sacralizarlas, presentarlas como queridas por Dios. Dejan de ser “recomendaciones” y pasan a ser “obligaciones”.

Las religiones corren este peligro. Se van cargando de normas. En ocasiones se establecen en un momento determinado para dar solución a un problema práctico. Luego se perpetúan, aunque ya no exista el problema.

Recuerdo la parábola “El gato del gurú” de Tony de Mello, jesuita indio que falleció hace unos años. Decía algo así como que cada vez que el gurú se sentaba para realizar el culto, solía pasearse entre los fieles un gato que terminaba distrayéndoles. Como la cosa se repetía, ordenó que ataran al gato antes de empezar el culto. Así lo hacían habitualmente. Murió el gurú. Seguían atando el gato antes de empezar el culto. Murió el gato. Ya nadie se acordaba por qué ataban el gato, así que decidieron comprar un gato para poderlo atar antes de comenzar la celebración. Años después se escribieron grandes tratados acerca de la importancia del gato en la celebración del culto. Algo de esto nos puede sonar.

La controversia que se plantea en el evangelio es más honda que lavarse o no lavarse las manos. Lo que Jesús les reprocha es que “dejáis el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”. En la práctica, ¿no es lo mismo?, ¿no es una cesión de la libertad? Tenemos que recordar lo que nos ha dicho la primera lectura, tomada del libro del Deuteronomio: “Escucha los mandatos y decretos que yo os mando cumplir: así viviréis…”. El mandamiento de Dios suscita vida. La tradición humana, cuando se absolutiza, termina por ahogarla. San Pablo insistió mucho en la letra que mata y el Espíritu que da vida.

Vigesimosegundo domingo del tiempo ordinarioToda ley y tradición en la comunidad cristiana tiene que estar al servicio de la vida. No estoy pensando (solo) en el Derecho Canónico, que tan mala fama tiene. Ni siquiera estoy pensando (solo) en los textos normativos a nivel diocesano, congregacional,… Estoy pensando en los planes pastorales de las parroquias o en los planes de vida de las comunidades religiosas, que  son dos ámbitos que conozco. Instrumentos en sí valiosos, si es que la fuerza la ponemos en el espíritu que los anima y no en la literalidad de los mismos, que tantas veces malogra iniciativas extraordinarias por el hecho de “no estar escritas”.

Jesús acusa a escribas y fariseos de haber devaluado el sentido de lo religioso, reduciéndolo a meros ritos externos: “este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. Escisión entre el decir y el hacer. Primacía de la apariencia, de la imagen, de lo externo,… frente a lo que se vive realmente. Doble moral: ámbito privado y público.

La crítica no es sólo para los escribas y fariseos de la época de Jesús. Tenemos que sospechar que algo de esto empezó a pasar en las primeras comunidades cristianas. Por eso el apóstol Santiago les recuerda: “La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo”.

La crítica no es para los escribas y fariseos de la época de Jesús. Es para sus seguidores de todo tiempo y lugar. También para nosotros. Parece que es propio de la condición humana: nos resulta más fácil cumplir unos ritos que comprometernos con lo que ellos verdaderamente significan.

Según Santiago la religión querida por Dios es la compasión con el prójimo más vulnerable. En tiempos de Jesús huérfanos y viudas eran colectivos en riesgos de exclusión social.  ¿En nuestros días? ¿En mi entorno más próximo?

Además, Santiago nos recuerda que debemos tener una actitud atenta para “no mancharse las manos con este mundo”. ¿Se puede traducir por “no caer en la injusticia”? ¿Añadimos el listado  que hace Jesús en el evangelio, todo aquello que nos mata por dentro? No voy abundar en este tema. Automáticamente me vino a la mente la fotografía que presento (“putos corruptos”) y que quiere ser un poco provocadora al lado de un texto evangélico. Daría para otra reflexión el tema de la corrupción y las personas que nos confesamos católicas. Por supuesto que entre los que no lo son, también los hay. Pero el evangelio en primer lugar es para nosotros. Hace dos años se celebraba la JMJ en Brasil. El Papa Francisco recordaba a los políticos la responsabilidad moral que tenían ante la sociedad y las futuras generaciones, también ante Dios. Les decía que el compromiso ético que es un desafío histórico sin precedentes. Eso es honrar a Dios con el corazón.

Termino a modo de tuit: Jesús polemiza porque quiere que vivamos en verdad y nos crezca la vida por dentro: ése es el culto agradable a Dios.

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