ANTONIO
¡Señor!
Hace ya cuatro días y todavía tengo el alma abierta… Las lágrimas acuden regularmente a mis ojos…
El corazón me duele…
Y, además tengo la nariz averiada. Y la frente amoratada encima del ojo izquierdo…
¡Dios mío!
No, no te voy a preguntar el porqué.
No voy a decir que es injusto.
No voy a dudar de tu amor…
Creo en ti, te amo y, mi esperanza (a veces debilitada…) en la llegada de tu Reino, no ha desaparecido…
aunque reconozco que mi mayor pecado es el escepticismo que, a menudo, me acomete al ver cómo el mundo va de mal en peor…
No, no te acuso de nada.
Pero no puedo dejar de pensar en la noche del 23…
No puedo borrar de mi mente el rostro agonizante de mi hermano Antoine, no puedo dejar de ver su cuerpo acuchillado, sobre un charco de sangre, no puedo dejar de contemplar su pecho abierto, fuente de sangre a borbotontes, no puedo evitar que resuene todavía en mis oídos el pistoletazo que arrancó la vida, tan llena de proyectos, de ilusión, de amor al trabajo… de Antoine, no puedo lograr que enmudezca en mi memoria el grito potente y lastimero que precedió a su muerte…
¡Oh, Señor Dios!
Esta noche no soy capaz de contestar
tantas interrogaciones como asaltan mi mente…
Ayúdame a conciliar el sueño.
Que el fantasma del cruelísimo asesinato de Antoine no sobrevuele en mi duermevela…
¡Señor!
Lo único que puedo decir de Ti es que eres incomprensible…
No lo tomes a mal. Achácalo… a mi pobre capacidad de comprensión,
al dolor que arremete cada hora contra mis frágiles entrañas, al miedo…
Tú sabes que te quiero hoy igual que hace…
cinco días.
Buenas noches, Dios insondable. Y protege mi descanso. Amén.
El Senor no falla el cumple sus promesas, felices los que se acogen a El y a su Divina y perfecta Voluntad, Quien como Dios???Nadie como Dios!!!!