COMENTARIO a la PALABRA DOMINICAL – Anjelmaria Ipiña

Quinto Domingo de Cuaresma

Pasar de la muerte a la vida

Si hemos estado atentos a las primeras lecturas que hemos ido leyendo a lo largo de toda la Cuaresma habremos caído en la cuenta de que una realidad que es transversal a todas ellas: la alianza. El empeño de Dios en hacer y renovar la alianza con su pueblo.

Es algo realmente extraordinario. Además de ser Dios quien toma la iniciativa desde el principio, se empeña machaconamente en decirnos que no nos quiere abandonar, que quiere ser parte de nuestra historia. De alianza en alianza. Tal vez con la esperanza de que cada una de ellas fuera la definitiva. Tal vez con la esperanza de que con cada una de ellas comprendiéramos quién es Dios, cómo es Dios y qué es lo que quiere para cada uno de nosotros y para toda la Humanidad.

He de reconocer que me suele dar mucha tristeza cuando algún joven que ha tenido un mínimo de recorrido cristiano, bien porque tenía una sensibilidad personal por lo religioso bien porque en su familia han tratado de transmitirle la fe, me dice que ha dejado de creer. Si es una cuestión meramente ideológica o intelectual no me suele preocupar mucho. Ya regresará. Más me preocupa cuando es por no haber encontrado en el cristianismo una fuente de vida y de libertad. En ese caso me pregunto qué es lo que hemos hecho mal para no ayudar a vivenciar el Evangelio como Buena Noticia. Con todo, sea por motivos ideológicos o más existenciales, siempre suelo pensar que esa persona ha dejado de creer en Dios, pero que Dios no ha dejado de creer en ella. Nosotros nos podemos alejar de Dios, pero Dios sigue manteniendo su fidelidad a la alianza con cada uno de nosotros.

Si hemos estado atentos a las lecturas que hemos ido leyendo a lo largo de toda la Cuaresma habremos caído en la cuenta de que las tres lecturas se iluminaban mutuamente. Incluso la epístola, la segunda lectura, que suele ir más “por libre” ayuda a comprender el evangelio.

Hoy, por ejemplo, la carta a los Hebreos nos recuerda a Jesús en Getsemaní, “…a gritos y con lágrimas presentó oraciones y suplicas al que podía salvarlo de la muerte…”. Lo mismo hace el evangelio: “…Ahora mi alma está agitada y, ¿qué diré?: Padre líbrame de esta hora…”. Son lecturas que nos van preparando para la celebración de la Semana Santa.

Tenemos que subrayar y enunciar telegráficamente dos ideas. Primera, Jesús no quiere morir, pero tampoco huye de ella. Segunda, ante la realidad de la muerte se puede vivir de muchas maneras, en Jesús sobresale la lucidez y la confianza.

Lo que viene a continuación, con pequeños retoques, en la reflexión que presentamos a la comunidad cristiana de las diferentes parroquias del arciprestazgo oeste de nuestra ciudad. Reflexión ofrecida por algunas laicas y laicos.

La idea de Jesús es clara. Con la vida sucede lo mismo que con el grano de trigo, que tiene que morir para liberar toda su energía y producir un día fruto. Si «no muere», se queda sola encima del terreno. Por el contrario, si «muere» vuelve a levantarse trayendo consigo nuevos granos y nueva vida.

En la metáfora de Jesús, la muerte es la condición para que se libere toda la energía vital que contiene el grano. El fruto comienza en el mismo grano que muere. Así sucede también en la vida. El don total de sí es lo que hace que la vida de una persona pueda ser realmente fecunda.

Quinto domingo de cuaresmaNosotros pensamos que lo único realmente positivo que puede construir nuestra vida es la salud, el éxito, lo agradable, lo que nos sale bien. ¿Qué pueden aportar de bueno y positivo a nuestra existencia la enfermedad, el sufrimiento, la desgracia o el fracaso? A veces pensamos que estamos hechos polvo y que no podemos seguir adelante. Matamos la esperanza. No estamos convencidos de que el grano de trigo siempre puede florecer en espiga; de que el sufrimiento quedará redimido y abierto a la esperanza; de que la muerte por amor no tiene la última palabra y, al final, conduce a la vida; de que el amor es lo único que permanece en el gran amor de Dios.

Debemos leer despacio el Evangelio fijándonos bien en qué dice y qué hace Jesús. De esta manera podremos descubrir por nosotros mismos a Jesucristo, la persona que ha despertado más esperanza y ha generado más amor y solidaridad que nadie en toda la historia de la humanidad.

Aceptar en nuestra vida la presencia salvadora del Misterio. Abrirnos a ella desde lo más hondo de nosotros. Acoger a Dios como raíz y destino de nuestro ser. Creer en la salvación que se nos ofrece.

Acoger, apoyar, compartir con aquellos que han caído en la desesperanza desde esa confianza plena en Dios Salvador. «El que se ama a sí mismo se pierde y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guarda para la vida eterna». Pasar de la muerte a la vida.

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2 respuestas a COMENTARIO a la PALABRA DOMINICAL – Anjelmaria Ipiña

  1. LILIANA NOEMI SCHEFFER dijo:

    HOLA HERMANOS DIOS LOS BENDIGA!!

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