«Todos nosotros somos maestros, somos doctores en justificarnos a nosotros mismos: ‘Yo no he sido, no, no es culpa mía, no era para tanto, eh… Las cosas no son así …’. Todos tenemos una coartada para explicar nuestras faltas, nuestros pecados, y muchas veces somos capaces de poner esa cara de ‘Yo no lo sé’, cara de ‘Yo no lo he hecho, habrá sido otro’: hacerse el inocente. Y así no se avanza en la vida cristiana».
«Es más fácil acusar a los demás«. «Si nosotros no aprendemos este primer paso (ser capaces de acusarnos a nosotros mismos) en la vida, nunca, nunca daremos pasos en el camino de la vida cristiana, de la vida espiritual».