En estos días particularmente marcados por la violencia contra los emigrantes, cuando el mar se ha quedado con la vida de centenares de jóvenes africanos, cuando la autoridad legítimamente otorgada a los Gobiernos para proteger a los débiles se ha vuelto instrumento de opresión al servicio de los poderosos, a todos en la sociedad se nos ha hecho urgente recuperar la mirada compasiva de Jesús de Nazaret sobre los pobres, mirada que era la antesala de la curación de enfermos, de la multiplicación de panes, de la resurrección de muertos.
Se nos ha hecho urgente que la compasión levante en las conciencias una valla contra la muerte de los emigrantes, que es un modo de levantarla contra nuestra propia muerte.
La compasión nos dará palabras de consuelo para el que llora, palabras de aliento para el que flaquea en el camino, palabras de esperanza para el que ya se ve perdido, y multiplicará en las manos el pan y en el corazón la paz que podremos compartir con los pobres. Con la compasión también nosotros, como Jesús, haremos el milagro de arrebatarle cada día trofeos a la muerte.
Que la legalidad trate sin justicia a los pobres, llene de sufrimiento sus vidas, les envenene el presente, les niegue el futuro, y los condene a perder la vida en caminos de desesperación, no sólo es una tragedia para los emigrantes, es también un crimen que a todos nos deja manchados.
Las leyes, si inicuas, embrutecen la conciencia de los pueblos, la hacen ciega e insensible, y le roban a la sociedad el alma, la alegría, la vida. Y legalidad inicua es que a los pobres no se les escuche; legalidad inicua es que se les prive de las cuatro miserias que tienen para sobrevivir; legalidad inicua es que se les trate como si fuesen propiedad nuestra; normalidad inicua es que se desprecien sus muertos como si valiesen menos que los de Charlie Hebdo.
La mirada compasiva con los pobres se nos vuelve mirada indignada a quienes los empobrecen, a quienes los utilizan, a quienes los persiguen, a quienes los excluyen de los derechos del hombre.
En verdad se nos hecho urgente, apremiante, inaplazable recuperar la mirada compasiva de Jesús, si no queremos que nos deshumanice la inequidad.
Ese amor compasivo tiene la llave de un futuro más justo para todos.