El cuerpo de la mujer nos recuerda no solo la belleza y la armonía del cuerpo que Dios le ha dado, sino también las dolorosas heridas infligidas, a veces con violencia brutal, por el hecho de ser mujeres. Aunque es símbolo de la vida, por desgracia no es raro que el cuerpo femenino sea atacado y desfigurado, incluso por los que deberían ser sus protectores y compañeros de vida
Las muchas formas de esclavitud, la comercialización y la mutilación del cuerpo de las mujeres, exige que nos comprometamos con la derrota de estos tipos de degradación, que las reducen a meros objetos que son comprados y vendidos. Me gustaría llamar la atención, en este sentido, sobre la dolorosa situación de muchas mujeres pobres, obligadas a vivir en condiciones peligrosas, de explotación, relegadas a los márgenes de la sociedad y víctimas de una cultura del desperdicio.